Disculpen el truquito para jalar el ojo, es revés, efectivamente. Y una manera de expresar cuán errado creo que está el Gobierno cuando justifica en términos de imagen una paralización y virtualización de todo lo que genere alguna preocupación. ¿Cómo así que se ordene el teletrabajo y la educación virtual va a generar buena imagen en las personalidades que nos visitan por APEC? ¿Nadie va a preguntar? ¿Ningún periodista va a explicar por qué se toman estas medidas? ¿Qué ha pasado en las semanas anteriores? ¿Cuál es el nivel de aprobación de las instituciones, Gobierno y Congreso? Eso es menospreciar la inteligencia y seriedad de quienes nos visitan. Les va a resultar obvio que el Gobierno es tan débil que necesita medidas extremas para poder garantizar seguridad. Transmite una mala imagen, no una buena. Paralizar una ciudad, aun si permanece tranquila mediante las medidas, claramente va a ser interpretado como algo negativo, no positivo. Como me comentaba un amigo ¿Cuándo se ha visto que se inaugure un megapuerto por Zoom? ¿Qué mensajes manda esa ceremonia tan extraña que va a trascender fronteras?
Es extraña la manera de ver los temas de imagen que tiene el Gobierno, y también el Congreso. El error es más constante que eventual, no se entiende si por un mal marco de análisis o si simplemente por improvisación que no permite analizar las cosas con la profundidad requerida. En su primer viaje a Nueva York, la presidenta declaró en emergencia algunos distritos por inseguridad ciudadana, diciendo que era parte de una estrategia. ¿Cómo así es bueno declararlo desde Nueva York y no antes de viajar? Además, está el punto de que no queda nada claro que la declaratoria de emergencia sea una medida eficaz, porque el crimen se puede mover a otro distrito no declarado en emergencia. Pero incluso dejando ese ángulo de lado, ¿qué imagen dejamos sobre inseguridad con una declaración así? Lo lógico es deducir que la inseguridad está tan mal que la presidenta no puede ni esperar a regresar a su país para no tener que lavar los trapos sucios en un evento internacional.
Eso es solo un botón, y la seguidilla de errores ya parece vestido chino o sotana. Lo peor es esa repetición constante, sin el menor ánimo de reconocimiento o enmienda, y al menos alguno de los dos es necesario para no seguir en caída libre, desde el pésimo lugar que ya tienen el Gobierno y Congreso.
La coalición que permite sostener al Gobierno (es inaudito que no haya moción de censura al ministro del Interior) mientras cambia reglas de juego no solo electorales, sino también de equilibrio de poderes a través del código procesal constitucional, también está dispuesta a no enmendar rumbos. La decisión de no investigar lo sucedido con los cofres es un claro respaldo a la presidenta sin que haya dado ninguna explicación sobre el tema, y solo genera más desconfianza y la convicción de que el poder se aprovecha en exceso y oscuramente. Si la explicación de esa decisión es por evitar que esté abierta cuando sea la APEC, es bien ingenuo pensar que los periodistas no van a saber que hasta la semana anterior el Congreso sí estaba investigando, y había muchas contradicciones sin aclarar. La imagen que se proyecta, hacia adentro y hacia afuera, es la de contubernio, intercambio de favores políticos y un país con poca institucionalidad.
Los peruanos somos una de las poblaciones más desconfiadas del mundo, y no nos faltan motivos. Es una actitud perfectamente racional, dado el nivel de impunidad y abuso que hay en múltiples ámbitos. Esta semana, Fernando Carvallo puntualizaba que es tremendamente dañino para los niños y jóvenes que el fútbol sea esta mafia de argollas e intercambio de favores, porque va forjando desde esa edad esa desconfianza. La enorme mayoría de colectivos en Perú: juntas de propietarios, clubes, o partidos políticos, siempre presentan argollas y toma y daca por lo bajo. La imagen indefectiblemente refleja nuestra esencia, no importa qué tácticas peguemos con baba.