Pedro Pablo Kuczynski participó de la instalación de la Comisión Presidencial de Integridad. (Renzo Salazar/Perú21)
Pedro Pablo Kuczynski participó de la instalación de la Comisión Presidencial de Integridad. (Renzo Salazar/Perú21)

Mucho me temo que PPK y Zavala están haciendo todo lo posible para que la tecnocracia limeña, y en general todo lo que se asocie a la derecha capitalina (o, crudamente, “lo blanco criollo”), esté quedando por las patas de los caballos ante el resto, revalidando esos viejos estereotipos populares (que los hay, al igual que el otro lado tiene los suyos), que vienen desde el primer Riva Agüero y Torre Tagle, esos que les atribuyen frivolidad, indiferencia, “argollerismo”, clasismo, cortesanía, egoísmo, lejanía, irresponsabilidad, excesivo cosmopolitismo en desmedro de lo nacional, etc., impresión que –supongo– debe estar reforzándose en el sur, siempre hostil y desconfiado al centralismo limeño, ese “cuco” suyo eterno (a pesar de que las regiones administran la mayor parte de lo público hoy). Esto ya sucedió con Belaunde en sus dos gobiernos; los resultados fueron Velasco, Alan I, Barrantes (y, en alguna medida, SL y el MRTA). FBT fue algo así como nuestro Kerenski pre-Lenin, nuestro gringo “Goñi” pre-Evo o nuestro Luis XV.

PPK nos está resultando un FBT III, un señor tan desconectado que sigue yendo orondo al Golf a las 11 a.m. en plena huelga magisterial; esa irresponsable displicencia puede inclinar al país hacia la izquierda o el populismo en 2021. Las elecciones ediles y regionales de 2018 ya nos dirán qué tanto PPK colaboró a que venga una zurda provinciana mucho más telúrica y radical que Mendoza.

Nunca esperé que PPK sea un anciano estadista a lo Churchill o al menos astuto como Manuel Prado, Zavala un habilísimo primer ministro como mi admirado ruso Stolypin, Thorne un Boloña I o su bancada unos apristas disciplinados, pero tampoco anticipé este desmadre y que yo vuelva a mis años universitarios con esta aparente resurrección de Belaunde.

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