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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Que la primera dama, Nadine Heredia, haya reconocido que las agendas son suyas –y, por lo tanto, gran parte o todo lo escrito en ellas también– permite afirmar con contundencia que todo lo que ella sostuvo en sus diferentes versiones –al estilo Toledo– no era verdad. Ella le mintió al país repetidas veces y de diferente manera.

Si este reconocimiento se ha hecho con el objetivo de invalidar dichas agendas como prueba, eso ya no interesa. Las agendas ya no tienen valor en sí mismas. Su valor radica en todo lo que se puede investigar a partir de la información que estas contienen, y que ya es de dominio público. Lo valioso es lo que viene, no lo que ya sabemos.

A partir de este reconocimiento, también se puede señalar que todos los que exigían una exhaustiva investigación a la primera dama y a todos los miembros de su entorno, relacionados con el contenido de las agendas, tenían mucha razón.

Desde el fiscal Ricardo Rojas hasta el Tribunal Constitucional, que ahora puede enorgullecerse de su fallo. Nadine Heredia les ha dado la razón.

¿Qué dirán ahora todos aquellos que decían que lo de las agendas era un complot contra ella?, ¿qué dirán ahora el primer ministro y todos los ministros de este gabinete?, ¿seguirán felices en el Ejecutivo?, ¿seguirán los ministros coordinando, despachando, invitando y sirviendo de "teloneros" a la primera dama después de esta confesión?, ¿seguirá Nadine Heredia representando al gobierno, nacional e internacionalmente?

De aquí en adelante, hay que dejar que la Fiscalía haga su trabajo, que se cumpla con todos los procedimientos que esta exige (como la prueba grafotécnica, que no tiene por qué suspenderse o anularse), y que se incluyan en la investigación a todos los que deban estar.

La indagación debe incluir al presidente Ollanta Humala, de quien, se dice, sería una de las letras que están en las agendas, lo que se podría comprobar fácilmente con otro peritaje. De lo político, el electorado se encargará.