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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

El descalabro de la bancada nacionalista en el Congreso, producido y alimentado permanentemente por el pésimo manejo político de la presidencia del partido oficialista, no cesa.

Al retiro voluntario de varios parlamentarios le han seguido las autodestructivas imposiciones desde Palacio de Gobierno, la notoria posición sumisa de algunos incondicionales de la pareja Humala, la rebeldía total y unánime de la bancada al momento de algunas votaciones –incluidos esos incondicionales sumisos–, la permanente posición discrepante de una facción fundacional del nacionalismo y ahora la expulsión de dos parlamentarios.

¿Quiénes se quedan en la bancada? Solo los que están dispuestos a bailar al ritmo que les toque la pareja Humala –y específicamente la primera dama, según lo dicho por Omar Chehade–, y quienes salgan a defender a pecho descubierto a su lideresa pase lo que pase y se sepa lo que se sepa.

No se trata de discrepancias ante la posición oficial del gobierno en asuntos de Estado o de la gestión pública. Porque, si por eso fuera, hace rato debieron haber expulsado a todos los miembros de la bancada que votaron contra el Ejecutivo en proyectos como la 'ley Pulpín', la exoneración de descuentos a las gratificaciones, el Lote 192 y varios otros casos. Es decir, no importa el país ni mucho menos la consecuencia con la gestión del gobierno. Lo que interesa es la incondicionalidad y la obediencia a los dueños del partido.

También se quedan aquellos a quienes los Humala no pueden expulsar, porque sería un escándalo, como en el caso de Marisol Espinoza y de otros congresistas (como Daniel Abugattás, Ana Jara, por ejemplo) que con su perfil y peso propio defienden de manera consecuente y públicamente sus ideas y posiciones –así sean discrepantes–, pero ya no influyen determinantemente en el colectivo ni se enfrentan abiertamente a sus líderes.

El nacionalismo ya no tiene bancada, tiene un club, que no es el de Tobi precisamente.