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Y ahora, ¿cómo hacemos para empezar de nuevo?

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México ya había prohibido el año pasado que entidades gubernamentales hagan negocios con Odebrecht por un plazo de dos años y medio. (Foto referencial: EFE)
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El caso Lava Jato ha expuesto nuestras entrañas. Como no ocurría desde el año dos mil con la aparición de los ‘vladivideos’, esta semana que pasó, con cada tuit enviado desde Curitiba que daba cuenta de un nuevo dicho de Barata, han aparecido en el espejo los tumores malignos que nos vienen carcomiendo desde que “recuperamos” la democracia. En verdad, ¿lo hicimos?
Difícil, ¿no? Porque, ¿qué recuperamos?
Cambiamos a Fujimori y Montesinos por Toledo, y luego a Toledo por Alan. Después a este por Humala y a Humala por Kuczynski.
Ninguno se salvó del barro que salpicó desde Brasil, que también ha caído sobre Keiko y Villarán. Para mencionar solo a las cabezas de lo que la Fiscalía en su hipótesis ha descrito como organizaciones criminales, porque ellos son parte de una larga lista de exfuncionarios públicos, testaferros, abogados y empresarios. Una suerte de Perú perverso que funcionaba en paralelo a ese en el que todavía queremos creer algunos: un país viable, con justicia social y grandeza moral.
¿Por dónde comenzar ahora? Hay tantos temas embalsados que puede sonar agobiante la sola pregunta. Pero vamos, hay que hacerlo.
El debate sobre la prisión preventiva y la protección de los derechos fundamentales de la persona en los procesos judiciales que se avecinan. Los candados que deberíamos poner o quitar para evitar nuevos escándalos de corrupción pero garantizar el desarrollo. Cómo reformamos la política y construimos partidos verdaderos. Y en paralelo, el cumplimiento de la agenda básica pendiente: el acceso a servicios públicos de calidad, la lucha contra la pobreza, el subempleo y la informalidad.
Lava Jato ha sido como un terremoto con efectos incalculables por ahora… ¿Puede ser una oportunidad? Debería serlo. No todo está perdido y vale la pena.
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