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Nuestra democracia está, sin oxígeno, en cama UCI. En 20 años, ¡nuestro apoyo a la democracia como sistema preferible de gobierno cayó 20 puntos! Somos una democracia imperfecta, según el Índice de Democracia de The Economist. Aunque tenemos elecciones libres, justas y plurales, calificamos muy bajo en participación y cultura política.
En 15 años, nada estructural ha mejorado. Chile o Corea del Sur, en cambio, se convirtieron en democracias plenas. Nuestra consistente obsesión por la economía ha coexistido con nuestra también consistente pasividad por la democracia a pesar de golpes y vacancias. Las inconclusas reformas políticas tuvieron exceso de rigor intelectual, pero un déficit de pasión ciudadana. Los chispazos de marchas y lavados de banderas fueron insuficientes.
Y los partidos políticos, llamados a representar nuestra indignación e impulsar cambios, son parte del problema. 89% piensa que la democracia funciona muy mal por responsabilidad de los políticos. Los partidos políticos están en la cola en nivel de confianza institucional. Solo 3% de peruanos confiamos en ellos (INEI, 2019). Su desprestigio absoluto los inhabilita para el encargo de sanar nuestra democracia.
Esta crisis nos exige, entonces, hacernos cargo. Implica pasar de marchas episódicas y reactivas, a una respuesta ciudadanía permanente y sin precedentes. Frente a la política fragmentada que nos espera, una revolución ciudadana despierta donde movimientos cívicos, plataformas empresariales y tecnologías ciudadanas nos re-unen y nos permiten actuar e incidir colectivamente. Nuestra Constitución permite ejercer vigilancia, rendir cuentas, remover autoridades, promover reformas constitucionales, leyes o referéndums. Ciudadanos organizados podemos ejercer ese mandato. Este domingo vota consciente y comienza a pensar cómo tú vas a ejercer un importantísimo rol ciudadano en los próximos cinco años. Elígete.
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