Solo en Lima, 2.7 millones de puestos de trabajo se habrían perdido en 3 meses de cuarentena por la pandemia del COVID-19 (abril-junio). La economía –según el Banco Mundial– caerá 12% y las perspectivas de reactivación económica son tan grises como una invernal mañana limeña. El número de fallecidos diarios (180 en promedio) y el aumento exponencial de la criminalidad, han sumido en la angustia, miedo y desesperanza a la mayoría de peruanos. Entonces, ¿estamos obligados a mirar el futuro? Creemos que sí.
El periodista Andrés Oppenheimer en su artículo “América Latina: continente dormido” (Diario La Prensa, 13 de julio de 2020), revela que el 76% de las empresas norteamericanas que ensamblan sus productos en China, están pensando en trasladar sus operaciones a otros países a consecuencia de la guerra comercial y tecnológica en la que se han enfrascado Estados Unidos y China desde el inicio de la pandemia. Un pleito beneficioso para Sudamérica.
Y como las crisis siempre son una oportunidad, creemos que es momento de que el Perú mire hacia el futuro y aproveche el conflicto de los gigantes conformando de inmediato un equipo especial público-privado con un gran despliegue de fuerzas diplomáticas, comerciales y empresariales (como lo ha sugerido Carlos Galvez, expresidente de la Sociedad Nacional de Minería y Petróleo) para que salgan en busca de los empresarios afectados por la colosal riña, y convencerlos de que el Perú reúne las condiciones que buscan para traer sus industrias, alejándolos de los riesgos de perder dinero. No dudamos que el turismo y el arte culinario serían excelentes anfitriones para recibirlos.
El Perú hoy es terreno propicio para estos empresarios que buscarán de todos modos a donde llevar sus industrias. Tenemos estabilidad jurídica, espacio suficiente, cercanía a la producción minera, alta capacidad presente y futura de generación de energía eléctrica, mano de obra de calidad (como los profesionales y técnicos que salieron del país por falta de oportunidades), con hartas ganas de chambear y con mejores condiciones respecto de Chile (energía cara), Colombia (sin cercanía minera) y México (con incremento de la criminalidad).
Para este nuevo emprendimiento nacional todos deberíamos trabajar muy duro resolviendo los problema del sistema de salud, el mantenimiento de la estabilidad económica y las estrategias de seguridad ciudadana que garanticen la reducción de las amenazas de la corrupción y la criminalidad
Sobrevivir o morir en el intento implicaría un sacrificio de todos, desde prescindir momentáneamente de nuestros ímpetus ideológicos y políticos hasta ir a una economía de guerra que garantice tener una sola mirada de esperanza para las futuras generaciones. El tren de las oportunidades pasa una sola vez y esta es una de ellas. Sí se puede.