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“El país que tenemos”
“El Perú se está convirtiendo (si es que ya no lo es) en un país sin respeto a las leyes, donde la corrupción es pan de cada día y donde las autoridades restan en lugar de sumar”.
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Lo ocurrido con las luces de la pista de aterrizaje en el Aeropuerto Internacional Jorge Chávez es inaceptable en un país medianamente desarrollado y es solo una muestra del deterioro que sufre el Perú en casi todos los ámbitos. Ya hace un tiempo tuvimos un lamentable accidente que costó la vida a tres bomberos ocasionado por la misma entidad: Corpac. Medidas adoptadas: ninguna. Como parece que no habrá ninguna tampoco en este caso.
Se pierden proyectos mineros por la extensión de los trámites que hay que realizar para sacarlos adelante, en un momento en el cual el precio del cobre está batiendo récords. Frente a ello, la minería ilegal, con sus secuelas de violencia y corrupción, va ganando espacio.
El tránsito es caótico y tiene como consecuencias no solo la pérdida de horas que podrían dedicarse a actividades productivas o al descanso con la familia, sino contaminación ambiental y muertes en accidentes. Es lamentable que, cada vez que hay un vehículo de transporte público involucrado en un accidente, nos enteramos de que tenía miles de soles acumulados en multas o que el chofer ni siquiera tenía licencia. Y desde el Congreso hay intentos de apoyar el transporte informal.
El Poder Judicial es incomprensible: las acusaciones de corrupción entre distintas facciones del mismo son noticia de todos los días. El Congreso es representativo de mafias o grupos criminales para los cuales trabaja, entre otras cosas, promoviendo la informalidad y entorpeciendo el orden.
Se anticipa que, en las próximas elecciones, tendremos más de 40 candidatos y que probablemente se repita un escenario similar al que tuvimos en 2021: divisiones en lugar de encontrar un bloque de principios comunes, tan básicos como el respeto a la democracia y, en lo económico, al libre mercado y la propiedad privada; en esencia, reconocimiento a aquello que consagra la Constitución de 1993 y que permitió al país importantes tasas de crecimiento y la reducción de la pobreza.
Los niveles de desnutrición y anemia han sufrido incrementos, lo cual es consecuencia lógica del aumento de la pobreza. Los servicios de salud no se dan abasto ni hay esfuerzos por mejorar su calidad. La situación de hospitales emblemáticos es caótica, ni se diga la de establecimientos menores.
Con demasiada frecuencia sabemos de niños que no pueden asistir a la escuela por el mal estado de su infraestructura. Sumemos a ello maestros mal preparados y politizados, sin evaluaciones aprobadas (otra fina cortesía del Congreso), cuando no acusados de delitos.
El Perú se está convirtiendo (si es que ya no lo es) en un país sin respeto a las leyes, donde la corrupción es pan de cada día y donde las autoridades restan en lugar de sumar. Un país en el que no merece respeto ni la presidenta de la República y en el cual la esperanza de algo mejor se va perdiendo poco a poco o, más bien, rápidamente.
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