(GEC)
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Que 15 de los 16 congresistas elegidos por Acción Popular hayan tenido que pasar por la Comisión de Ética y que la mayoría de ellos esté bajo la lupa de la Fiscalía y de la Subcomisión de Acusaciones Constitucionales por ser presuntamente integrantes de la red de Pedro Castillo, habla a las claras de la olla de grillos en que se ha convertido el partido fundado por Fernando Belaunde Terry.

Excepciones las hay, por supuesto, pero habría que buscarlas entre sus militantes de base, pues las dirigencias, tanto como las candidaturas que presentan comicios tras comicios, tampoco han sabido dar la talla, y mucho menos han logrado enmendar rumbos partidarios, más allá de pleitos intestinos por repartos de poder o nominaciones electorales.

Recordemos que fue el propio golpista hoy preso en la Diroes quien los calificó como ‘Niños’ por ser dóciles con su gobierno. Apelativo que dice mucho sobre la situación actual del viejo partido y su debilidad ideológica. Es inconcebible que ese grupo de parlamentarios terminara siendo cómplice de las fechorías cometidas por Castillo y sus allegados.

Acción Popular se ha convertido en un cascarón de proa para una gran cantidad de oportunistas que han llevado el partido al caos y al desgobierno interno, incluso con los enfrentamientos entre distintas facciones dirigenciales, al punto que hasta ahora no tiene ninguna directiva oficial reconocida por el Jurado Nacional de Elecciones.

Seguramente los llamados a “la unidad” comenzarán a soltar sus sirenas conforme se aproximen los próximos certámenes electorales y quizás reagrupen fuerzas bajo determinados liderazgos, pero la verdad es que de aquello que fue el partido que condujo a Fernando Belaunde a la presidencia de la República hasta en dos oportunidades, queda poco o nada.

Y si se comprueba que el legislador acciopopulista José Arriola es otro ‘mochasueldo’, como acaba de ser denunciado, quedaría solo Karol Paredes como la única integrante de la bancada que se ha salvado de ser denunciada por alguna inconducta.

Una auténtica desgracia para una organización que alguna vez encarnó los valores democráticos y la fe en la libertad y el progreso, valores que su fundador supo transmitir a las multitudes que lideró, a base de fidelidad a sus convicciones y a su intachable conducta política: en una palabra, a su honradez.


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