Después de 24 años, Alberto Fujimori volverá a ser candidato a las elecciones de Perú.
Después de 24 años, Alberto Fujimori volverá a ser candidato a las elecciones de Perú.

Hace unos pocos años escuché en una conferencia virtual al respetado politólogo, experto en democracia, Larry Diamond, referir que para seguir la situación de Perú hacía falta por lo menos cinco expertos. Quedaba claro que cinco era fuera de lo habitual entre los centros de estudios que siguen el contexto político de un país. Era también la época de Pedro Castillo en la cual ya nos habíamos acostumbrado a tener por lo menos dos escándalos políticos por día. Ni terminábamos de procesar el de la mañana aparecía otro en la noche. Pienso que nuestra política no es la peor del mundo, pero sí plantea serios desafíos reflexionar sobre ella adentro y afuera. Aunque ya hemos normalizado lo estrambótico y bizarro que puede ser nuestro contexto político, nunca deja de sorprendernos.

Nuestra lista de hechos inconcebibles y lamentos cuando nos preguntan por nuestro país es larga. Por ello que, aunque esperable, no deja de ser desconcertante para el debate público que esta semana Keiko Fujimori haya anunciado que su padre será el candidato presidencial. ¡Estamos malditos con el fujimorismo!, me comentó por WhatsApp un amigo. Y una colega me dijo: “no puedo creer que se atrevan a jugar con el país así”. Realmente, ¿a quién se le podría ocurrir que es sano para nuestra inestable política proponer a Alberto Fujimori como candidato para las próximas elecciones? Más allá de los impedimentos legales y constitucionales y el inevitable debate con toma de partido que habrá en la ciudadanía, la propuesta se lleva de encuentro cuestiones éticas y el mismo modo de hacer política, uno en el cual el beneficio del país es dejado de lado y se ve una desesperación por los votos al costo que sea. Se trata de un expresidente de 85 años condenado por ir contra derechos humanos y por corrupción, que ha sido indultado humanitariamente porque estaba muy mal de salud, que fue un autoritario y cerró el Congreso en 1992 y que, como señala el politólogo Carlos Meléndez, socavó el sistema de partidos políticos.

¿A quién se le podría ocurrir desafiar así la democracia del país? Al irresponsable fujimorismo. Tiene mucho sentido que quien haya debilitado una parte importante de hacer mejor política proponga este tipo de despropósitos que la degradan. Es lamentable que seamos un país en el cual alguien como Alberto Fujimori surja de nuevo como una posibilidad. Lo más desesperanzador es que el circo tiene público, es decir, ha sido una decisión bien calculada porque si lo dejan o no postular, igual ganan. Desde la primera idea que surge entre quienes se animen a opinar, ganan: ¿Es para desviar la atención ciudadana de los casos de los cócteles? Sí, seguro. Hasta aquellas en las que consigue el fujimorismo redituar políticamente: ¿se trata de unir a los fujimoristas divididos entres albertistas y keikistas? Sí, clarísimo; ¿lo hacen para jugar la carta del derecho a participar y si se lo niegan posicionar la percepción de víctima ante los votantes? Sí, por supuesto. ¿Lo hacen para que en el tiempo de campaña todo el ataque vaya contra Alberto, y cuando se lo impidan Keiko lo reemplace y sobreviva al último tramo cosechando los votos que el líder histórico logró aumentar como supuesta víctima luchando contra un “injusto” complot que no lo dejó postular? Sin ninguna duda, como bien lo ha explicado Alfredo Torres en TVN Chile.

Es finalmente impresionante cómo llegamos de nuevo a un punto así. Hace poco un candidato cuestionado por sus vínculos prosenderistas no solo llegó a ser alternativa, sino que ganó, y como nos ocurren varios de estos lastres al mismo tiempo, también tenemos en el escenario a Antauro Humala, un candidato que amenaza con fusilar personas y destruir la democracia por dentro. Por eso cabe reflexionar, ¿cómo llegamos al punto de que nuestra democracia no tenga otras alternativas? Esa es la oferta y forma de hacer política hoy en el Perú: inconcebible y desesperanzadora.

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