El Gobierno de la señora Boluarte, consciente de su ínfima aprobación, del cada vez más militante rechazo del que es objeto, y en aceptación de su incuestionable ineptitud para conducir los actos del Gobierno —en especial los referidos a la seguridad ciudadana y orden público— ha decidido declarar días no laborables, a nivel de Lima Metropolitana, la provincia de Huaral y la Provincia Constitucional del Callao, para los trabajadores de los sectores público y privado los días jueves 14, viernes 15 y sábado 16 de noviembre de 2024. Asimismo, para los días lunes 11, martes 12 y miércoles 13, en las referidas provincias, las entidades del sector público atenderán por “teletrabajo” y las entidades educativas, públicas y privadas lo harán por “educación virtual”.
Una vez más, el (des)gobierno traslada el costo de su ineptitud al sector privado productivo y a los niños. Al tener que enfrentar la realidad evidente, es decir, su incapacidad para garantizar la seguridad ciudadana y el orden público (durante los días previos y durante APEC), opta por encerrar a la población, golpeando —una vez más— el aparato productivo y castigando la educación de los niños.
¿Qué teletrabajo puede hacer un operador de maquinaria, un electricista o un albañil? ¿Cómo se recuperan los días perdidos (otra vez) para quien vive de las ventas diarias, del día a día? ¿Cuántas instituciones públicas se pueden organizar para atender de manera eficiente y satisfactoria mediante ‘teletrabajo’? ¿Y cuántos colegios podrán, realmente, impartir clases virtuales, en cumplimiento de un decreto emitido a última hora, sin ningún tipo de coordinación ni preparación?
La señora Boluarte hace evidente su desprecio, no solo por el destino económico de nuestro país, sino por la educación de los niños, los que son nuevamente privados de ir a la escuela.
El Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC, por sus siglas en inglés), que bien pudo servir para mostrar las bondades de nuestro país, exhibir nuestras posibilidades de inversión y nuestro potencial turístico, se ha convertido —en los hechos— en una vitrina para exponer (ante los mandatarios que no han cancelado su participación) las miserias de un Gobierno incapaz, frívolo e indolente, que tiene que encerrar a su población para que los ilustres visitantes no comprueben el desprecio generalizado que la población le profesa.
Mientras dilapidamos un entorno excepcional para crecer y generar empleo, con los precios de los metales en niveles récords, con términos de intercambio excepcionales, la economía crece muy poco, por debajo de un déficit público que está en el orden del 4% de PBI, y la inversión privada se encuentra paralizada. Por si esto fuera poco, el Gobierno opta —una vez más— por castigar a quienes generan valor, producen y trabajan. Y se ensaña con los niños, a quienes, nuevamente, les cierran las puertas de las aulas y empiedran su futuro.
Indigna, pero no sorprende.
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