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El Edicto de Diocleciano
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Columnista invitado:
Martín Naranjo
Diocleciano, emperador romano desde el año 284 hasta el 305, es recordado en la historia económica por su intento de controlar la inflación mediante un edicto de control de precios. El edicto de Diocleciano, usando los mismos argumentos que todavía vemos hoy en día, establecía precios máximos para muchos productos y sanciones severísimas ante el incumplimiento. Sin embargo, a pesar del poder absoluto del emperador, de la tremenda fuerza bélica del imperio, y de las durísimas penas, lo único que pudo conseguir fue que se deje de comerciar, que se recurra al trueque, que se racione, que se desarrollen mercados negros y que se produzcan desabastecimientos. Al final, Diocleciano tuvo que derogar el edicto. Todo el poder de Diocleciano fue inútil frente a los mercados.
La historia de Diocleciano nos revela que los controles de precios no son nuevos y se han intentado desde hace mucho tiempo. Luego de Diocleciano las medidas de control de precios se han dado en muchas oportunidades y, en todas y cada una, han demostrado su inutilidad flagrantemente. Lo mismo ha pasado una y otra vez.
Aquí en el Perú, quienes tenemos algunos años, recordamos vívidamente los controles de precios, la escasez y las colas que provocaban y, especialmente, los “paquetazos”: el ministro de Economía aparecía en cadena nacional y nos decía cuáles eran los nuevos precios. Nos decía cuál era el nuevo tipo de cambio, cuál era el nuevo precio del arroz, de la leche, del azúcar, del pan, de la gasolina, etc. En el Perú sabemos por experiencia propia, aunque ya no tan reciente, que el desconcierto general, los mercados negros, la especulación y el desabastecimiento no terminan con más controles.
Las tasas de interés son un precio más. Imponer topes sobre las tasas de interés crearía igualmente, desintermediación, exclusión, racionamiento y mercados negros. Establecer topes a las tasas de interés no va a proteger a los que menos tienen; al contrario, los va a dejar sin acceso, los va a excluir del crédito formal, los va a condenar a trabajar con los prestamistas informales. Lo que sí lograrían los topes a las tasas de interés es ampliar el mercado negro, el de los préstamos informales, esos de la moto y del gota a gota, esos de los métodos de cobranza delincuenciales. Además, golpearíamos irremediable, fuerte y negativamente a nuestra industria microfinanciera.
Los controles de precios no pueden funcionar sosteniblemente por una razón muy sencilla: porque es imposible derogar la ley de la oferta y la demanda. Por eso, no han funcionado nunca. Ni en la teoría, ni en la práctica. Ni con todo el poder de Diocleciano. Lo que sí funciona es la economía de mercado, la competencia, la libertad de asignación de recursos y, especialmente, la libertad de precios.
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