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El cuento del tío
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En días pasados hubo dos estrenos simultáneos contándonos que las cosas no siempre son lo que parecen. Secretos de Estado, un docudrama que se estrenó en cines, y la serie El fiscal, la presidenta y el espía, en Netflix. El primero cuenta con pruebas y lujo de detalles cómo Bush, Cheney, Rumsfeld y Rice, apoyados por Colin Powell, conspiraron para espiar a los miembros menores del Consejo de Seguridad de las NN.UU. ¿La finalidad? Presionarlos para que votaran la resolución que les permitía una guerra legal contra Iraq. Tony Blair fue un entusiasta colaborador de la iniciativa y empujó a su país a la guerra con todo. ¿Suena familiar? En 2003, Bush desencadenó la operación Shock and Awe (Golpe y asombro). Optimista y/o irresponsable dio por concluida exitosamente la guerra (Mission Accomplished) solo dos meses después. Quince años más tarde, con 4,600 muertos en las fuerzas de ocupación y entre 150 mil y un millón del lado iraquí, los golpes siguen lloviendo en una guerra que no tiene fin y seguimos sin salir del asombro. La razón, digamos oficial, era que Saddam tenía armas de destrucción masiva. Nunca se encontraron. La verdadera razón era apropiarse del petróleo de Iraq y para eso nos contaron el cuento del tío.
La serie de Netflix sobre la muerte del fiscal argentino Alberto Nisman deja sin respuesta la pregunta más importante: ¿quién mató a Nisman? Porque eso de que Nisman se suicidó es otra vez el cuento del tío. Al día siguiente de descubierto su cadáver (el 18 de enero de 2015), Nisman debía ir al Congreso a presentar su informe sobre el acuerdo firmado entre Cristina Kirchner e Irán sobre el atentado en 1994 a la AMIA (Asociación Mutual Israelí Argentina). Nisman decía tener pruebas suficientes de que el gobierno argentino trató de encubrir a Irán, permitiendo que los presuntos sospechosos iraníes fuesen juzgados en Irán por sus propios jueces, básicamente exonerándolos. Si Nisman lograba probar el encubrimiento, esto representaba un crimen de traición a la patria y allí Cristina iba presa. Nisman había trabajado dos años en ese informe, pero según el gobierno se mató la víspera. Difícil. Días antes empezó un linchamiento mediático para pintar a Nisman como alguien inestable, plagado de dudas, temores, sentimientos de culpa, que temía afrontar el Congreso. Un suicida. Dos cosas son ciertas. Los 11 miembros de su seguridad abandonaron sus puestos la noche en que murió (¿quién dio la orden?) Y... ¿quién quería muerto a Nisman?
Hace una semana Trump mandó asesinar al general iraní Soleimani. Según nos explicó, el iraní representaba un peligro para los EE.UU. ¿Cuento del tío? No sé. Trump está entre un impeachement complicado y una reelección difícil en noviembre; un enemigo externo le cae perfecto. Mientras tanto circula un video que mucha gente aplaude donde se observa cómo los americanos cazan y matan desde un drone a una veintena de personas que huyen como conejos despavoridos.
Ciertamente un nuevo hito para la dignidad del hombre.
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