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EE.UU. ataca Siria: ¿Un poco más de lo mismo?
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Si bien resulta preocupante que, en forma sistemática, Siria utilice armas químicas prohibidas o que EE.UU. emplee la fuerza al margen del derecho internacional (más aún a manera de represalia), lo que más inquieta del reciente ataque al país árabe es que pueda culminar en un enfrentamiento militar entre las potencias implicadas.
Por un lado, la ofensiva llevada a cabo repite el mismo patrón del accionar del año pasado frente a una situación similar: es un ataque quirúrgico (se dirige a objetivos militares e instalaciones químicas) y sin carácter de permanencia (no implica un accionar mayor). Occidente parece tener mucho cuidado para no afectar intereses rusos. Incluso, hace unos meses el ataque fue previamente coordinado con Rusia para evitar cualquier imprevisto.
Por otro lado, los conflictos armados entre Estados son cada vez más escasos. Los costos, desde los militares y humanos hasta la ruptura de las redes de interdependencia, son muy altos; y entre potencias mundiales, las guerras son más costosas aún. Para Occidente, Rusia no solo es un importante productor de petróleo y gas, sino también es un actor clave en la solución de los conflictos en Siria y Ucrania, así como un garante del acuerdo nuclear con Irán.
Por ello, 1) la posibilidad de una guerra que implica a Rusia y a EE.UU. es muy difícil, aunque no imposible. Siempre existe el temor a que una equivocación termine en un conflicto militar; y 2) queda demostrada la poca claridad de los objetivos detrás del accionar de Occidente, más allá de golpear al régimen de Al Assad. Irónicamente, hace solo unos días, Trump estaba convencido de retirar sus tropas. Lo realizado parece ser un poco más de lo mismo.
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