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[Editorial] Zozobran las palabras

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La jornada del domingo sirvió para escuchar, desde el Cusco, a los principales responsables de la crisis política: el premier Guido Bellido, mano derecha de Vladimir Cerrón y ejecutor a nivel de gobierno de lo que este ordene; al ministro Iber Maraví, quien se aferra al cargo apañado por el presidente Castillo pese a las graves acusaciones sobre sus nexos con el terrorismo y, con ellos, el propio jefe de Estado. Los tres han echado de distintas maneras más fuego a la crisis y a la inestabilidad económica que afecta a los peruanos. El premier Bellido atacó una vez más la institucionalidad democrática del país y amenazó a los congresistas con regresarlos a sus casas si no aprueban un proyecto de ley sobre una rimbombante II reforma agraria, que existe solo en el nombre, pues lo presentado con bombos y platillos en el Cusco es solo un listado de medidas improvisadas para el sector agrícola, como han señalado los especialistas. Maraví, a su turno, habló de un imaginario golpe de Estado mientras se despachaba contra los medios de comunicación.
Y, al final, el micrófono cayó en manos de Castillo, quien, como es habitual, lanzó una enrevesada perorata, pero igual de inflamada que la de sus antecesores: “No podemos traicionar al pueblo, acá no hay una hoja de ruta. Acá no hay un nuevo centrismo, acá no hay que voltea a la derecha, acá manda el pueblo, acá hay un gobierno elegido por los agricultores y por eso se necesita ratificarnos con firmeza de que primero está el pueblo, en segundo lugar está el pueblo y en tercer lugar está el pueblo”.
Lejos de aclarar el panorama, estos tres discursos lo han ensombrecido aún más. Con lo cual el Ejecutivo y el Legislativo han tomado, otra vez, rumbo de colisión. Castillo, llamado a poner orden, no lo hace y, más bien, se rumorea que haría cuestión de confianza por Maraví. Cuidado, señores, tanto va el cántaro al agua que termina por romperse.
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