(Foto: GEC)
(Foto: GEC)

El proyecto de ley presentado por Perú Libre para modificar el capítulo económico de la Constitución, sobre el cual dio cuenta Perú21 el domingo, confirma lo que ya estaba cantado.

La insistencia en convocar a una asamblea constituyente es para regresar al vetusto modelo del Estado como empresario, cuya entronización, agonía interminable y fracaso estrepitoso lo vivieron los peruanos en los setentas y ochentas. Un planteamiento que arruinó el país no solo por la incompetencia casi generalizada de quienes nos gobernaron durante esos años.

El estatismo fue también un corsé de hierro que truncó irremediablemente el desarrollo de muchas naciones. Y por esos años, aunque declinante, todavía tenía vigencia en la región.

Era un modelo que, a diferencia del actual, se basaba no en el libre mercado sino en una economía regida y controlada por el Estado (y a quien le tocara el turno de manejarlo). Un modelo que, como se ha documentado en innumerables oportunidades, lo único que generó fue una deuda pública impagable, hiperinflación, planilla estatal desbordante y, en determinado momento, hasta la emisión inorgánica de dinero.

Memoriosos y sobrevivientes jamás podrán olvidar el desastre que fue el así llamado “aprocalipsis”, no otra cosa que el cénit de esa reiterada deriva estatal, que se mantuvo como norma gracias también a que anteriores versiones de la Constitución la consagraban. Hoy, en cambio, solo dictaduras marcadas por la corrupción y las violaciones de los derechos humanos –como la cubana, la nicaragüense, la venezolana– la practican como política de Estado. Y ya sabemos cómo andan las economías de esos países.

Aparte de la obsesión por atornillarse a sus curules que moviliza a tanto otorongo oportunista e irresponsable que se opone al adelanto de elecciones generales, el chantaje de la bancada de Perú Libre y el autodenominado Bloque Magisterial, es muy claro. Lo que ellos concretamente buscan con esa negativa a cualquier adelanto electoral, es que se realice un referéndum para convocar a una asamblea constituyente.

Y a través de esa asamblea poder reescribir la Carta Magna y devolverle al Estado el papel de pivote de la economía nacional. Un proyecto absurdo y fracasado históricamente allí donde se puso en práctica, pero que a ellos les garantizaría, como ya se vio durante los meses del gobierno de Pedro Castillo, poder colocar a sus amigotes en los puestos del Estado aunque no sepan operar ni gestionar un carrito sanguchero.