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La doctrina Betancourt
La revolución socialista venezolana no amaina. Quienes creyeron que (¿cómo llamarlo?) Nicolás Maduro, con esa pesadez mental que emana, no llevaría más lejos el modelo autoritario y asfixiante del megalómano Hugo Chávez, pues erraron.
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Juan José Garrido,La opinión del directordirector@peru21.com
Y erraron mal: no sólo Maduro lleva a Venezuela a una situación intolerable sino que, en el camino, sus adulones van limpiándole la espalda, cuidándose sabe quién, qué y por qué.
Es importante entender lo que sucede en Venezuela, no sólo desde un punto de vista histórico, sino –y sobretodo– por la construcción de un modelo que ha sido exportado y sigue ganando terreno en Latinoamérica.
La historia chavista cuenta que llegaron al poder apoyados por una masa descontenta con las corruptelas de la derecha venezolana. Ciertamente la podredumbre de la casta política, sea de derecha o de izquierda, agarró como piñata el petróleo llanero y saquearon bajo cualquier excusa. Es, sin dudas, el más grande problema en las economías guiadas por recursos naturales y baja calidad de las instituciones.
Empero, eso no era más que una excusa. Si la derecha venezolana robó en sacos, pues la izquierda –guiada por Hugo Chávez– sencillamente se adueñó, en términos estrictos, del petróleo y el erario público venezolano. A nivel privado se calcula cerca de un trillón de dólares (léase, un millón de millones de dólares o –lo que es igual– 5 años de PBI peruano).
Cualquiera creería que semejante monto encontraría a Venezuela flotando en servicios públicos e infraestructura, libre de deudas. Todo lo contrario. La deuda se ha incrementado y la inflación bordea el 50%, la segunda a nivel mundial.
Ayer, el desborde popular cobró la muerte de tres universitarios. ¿Es el comienzo del fin del chavismo? Así lo esperamos. Las democracias aledañas no pueden seguir negar lo evidente; y ni recordemos el vergonzoso papel que jugamos hace pocos meses.
Venezuela sólo recobrará la libertad si empezamos por discutir su naturaleza corrupta y dictatorial. Recordemos por ello, urgentemente, a don Rómulo Betancourt.
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