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Diego Salazar: De superhéroes y estrellas porno

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Entre las muchísimas ideas con las que uno se queda peleando tras la lectura de Straw Dogs, el libro del filósofo británico John Gray –uno puede estar de acuerdo con algunas y despreciar otras, pero leer a Gray es siempre un intenso combate intelectual–, hay una que conectó con un buen puñado de lecturas recientes en diarios y revistas: Las mil y un reseñas sobre la película Batman v Superman y el creciente interés –y por ende, número de artículos– de la prensa "seria" por la pornografía.

Hacia el final de Straw Dogs, Gray cita al experto en robótica e inteligencia artificial Hans Moravec, quien explica que en un mundo donde las máquinas asumen labores que antes se encontraban en manos de personas, "la mayoría de seres humanos trabajan para entretener a otros seres humanos". Gray prosigue y elabora su visión sobre la última revolución económica: "Los días en que la economía era dominada por la agricultura quedan muy lejos. Los del dominio de la industria están cerca de terminar. La vida económica no está dirigida primordialmente hacia la producción. ¿A qué si no? A la distracción."

No hay diario o revista que no se haya pronunciado sobre la última película de Warner y DC Comics, así como no hay medio serio que no haya metido la nariz en la industria pornográfica en los últimos años (o meses) para entrevistar a sus protagonistas y contar el detrás de cámaras de una industria que ha aprovechado la revolución digital como pocas. Quien conozca algo la historia cultural de Occidente de la segunda mitad del siglo XX, no podrá sino arquear las cejas ante el lugar central que ocupan hoy en el imaginario popular los personajes nacidos en los libros de historietas y las estrellas del cine para adultos.

Puede llamar la atención la rápida legitimidad alcanzada por ambos productos, que han pasado, por un lado, del culto infantil (y la sospecha adulta), y por el otro, de la vergüenza del escondite bajo siete llaves, a ser parte ineludible de la industria del entretenimiento. Pero como bien señala Gray, "en un tiempo en que la saciedad es una amenaza a la prosperidad, placeres prohibidos en el pasado se han convertido en bienes de consumo básicos en la nueva economía".

En la línea de Gray, creo que sería ocioso preguntarse si este nuevo y creciente espacio de legitimidad alcanzado por los superhéroes y la pornografía es positivo o negativo, es moral o inmoral, es un progreso o retroceso ético. Resulta, creo, muchísimo más interesante preguntarse qué vendrá después. A qué echará mano en el futuro próximo la pantagruélica industria del entretenimiento para satisfacer a sus cada vez más voraces y exigentes consumidores, nosotros.

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