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(Des)Legitimidad y sobrevivencia
La inusual lista con una veintena de candidatos a la banda presidencial se va sincerando poco a poco.
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Faltan solo 38 días para las elecciones y es notoria la renuencia de los ciudadanos por apostar con entusiasmo por algún candidato que represente el cambio que el país requiere y lo dirija hacia un proceso eficaz de vacunación masiva contra el COVID-19, rescate de las pequeñas y medianas empresas, así como de la recuperación económica de todos, un impulso serio al sistema de salud y el combate contra la inseguridad ciudadana que se nos viene con fuerza.
La inusual lista con una veintena de candidatos a la banda presidencial se va sincerando poco a poco. Quienes al principio tenían pocas esperanzas de pasar a segunda vuelta (Lescano y López Aliaga) aparecen hoy con más posibilidades, mientras quienes creían que el camino a Palacio estaba llano ven ahora el panorama cuesta arriba, como es el caso de George Forsyth, Julio Guzmán y Hernando de Soto.
Un hecho singular en estas elecciones es que la apatía ciudadana ha encerrado a todos en una “combi” muy pequeña, en un ámbito de solo 10% de preferencias electorales, cuando en los anteriores procesos había un “bus” con más del 30% de intención de voto. Ahora los candidatos tienen que agarrarse a empujones y codazos en un espacio reducido y, para colmo de males, soportar cuarentenas y la mirada indiferente del ciudadano que más está pensando en sobrevivir a la pandemia.
Otro grupo de candidatos está congelado al fondo de la tabla de posiciones, apilados unos y otros, con el duro desafío de pasar la valla electoral o, en su defecto, cargar el pesado bulto de la deslegitimación electoral. En este grupo está, por ejemplo, Marco Arana, que ya no tendrá argumentos para seguir frenando el desarrollo desde su terca e inmisericorde posición antiminera. Sus seguidores ya empezaron a alejarse de él.
Será momento de que quienes encabezan la carrera electoral perfilen mejor sus propuestas y hagan que sus mensajes, con lenguaje apropiado y todo, lleguen a todos los rincones del país para dar esperanzas reales a los ciudadanos. Las bases de los discursos de campaña no pueden ni deben ser retóricas, sino de un real sinceramiento en una coyuntura que es de vida o muerte.
Quien gane estas elecciones deben tener claro que no hay tiempo para detenerse en alinearse en ideologías fracasadas, tanto de izquierda como de derecha, y que no hay forma de salir de la crisis (mucho menos de resistir terceras o cuartas olas u otras pandemias) si no se adoptan medidas pragmáticas sanitarias urgentes y se construyen sólidas bases de producción para garantizar empleo, ingresos, pan en las mesas, más y mejor sistema de salud y un sistema de seguridad ciudadana capaz de darles sosiego y esperanza de vida a todos los peruanos. ¡Sí se puede!
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