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Desigualdad y populismo
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La alta desigualdad está en el tope de la agenda pública en todo el mundo. En particular se le acusa de generar gobiernos populistas.
La desigualdad puede ser de ingresos, riqueza o de acceso a servicios básicos; la de ingresos se mide con el coeficiente de gini, que es un número que fluctúa entre 0 y 1: a menor valor, mayor igualdad y a mayor valor, mayor desigualdad. América Latina es la región más desigual del mundo, con valores que fluctúan en torno a 0.48, en promedio. En Perú, el valor se ubica en torno a 0.46. En los países nórdicos el gini fluctúa entre 0.25 y 0.30 y son lo que ofrece la mayor calidad de vida del mundo.
Los altos niveles de desigualdad generan sociedades más conflictivas y la aparición de líderes populistas que prometen redistribuir, sin respetar los equilibrios económicos. Siempre terminan peor que al comienzo, pues implementan políticas, a lo mejor bien intencionadas, sin tomar en cuenta los costos de las mismas ni los efectos posteriores. Por eso, el populismo tiene una connotación negativa y se usa para descalificar a un político. Tanto es así, que ningún político se autocalifica como populista.
El tema de fondo es que la economía no es un acto de fe, ni tampoco magia. Tiene límites. No se puede hacer todo al mismo tiempo y los efectos de muchas medidas toman meses o años. Por eso cada gobierno que asuma el poder no debe borrar todo lo que hizo el anterior, sino construir sobre lo bueno y reemplazar lo malo. De ninguna manera debemos, cada cinco años, hacer borrón y cuenta nueva. Ese no es el camino.
Ojo que lo que sostengo es que hay que reducir la desigualdad, pero eso no significa necesariamente que se tenga que igualar hacia abajo. Quitarle a los que tienen para darle a los que no tienen supone un error conceptual: que la economía es un juego de suma cero, en el que lo que pierde uno es lo que gana el otro. Nadie quiere una sociedad en la que todos sean pobres. La llave es igualar hacia arriba, brindando oportunidades a aquellos que no las tienen. Así igualamos en el punto de partida. De ahí en adelante lo que cada uno obtenga será de cada uno. Si recibes la oportunidad de una buena educación y salud, lo más probable es que tengas un empleo adecuado. Y lo que ganes te pertenecerá a ti y a nadie más.
Reducir la desigualdad toma tiempo, pero nadie puede estar en desacuerdo en que una educación y salud básicas de calidad, un adecuado nivel de infraestructura, en especial rural, agua y desagüe para todos, seguridad ciudadana y electrificación, entre otros, son claves para vivir en una sociedad mejor. El objetivo último es elevar el bienestar de los ciudadanos a través de servicios básicos de calidad para todos. La pregunta es cómo lograrlo, respetando los equilibrios económicos.
En Perú quedan dos caminos: o se reforma el Estado para que cumpla con sus funciones básicas o se invita al sector privado para que lo haga (sin que esto signifique privatizar, pues existen esquemas como las alianzas público privadas). Pasar del discurso a la acción es el primer paso. Lo que no se puede hacer es no hacer nada.
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