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Democracia viva
"Si el congreso no siente la urgencia de cambio, es deber de los ciudadanos protestar".
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La democracia requiere mantenimiento. Necesita de participación para sobrevivir. Es un sistema vivo que late gracias la energía del pueblo que representa. Es comprensible que la gente esté asqueada con la política y que prefiera estar al margen de la podredumbre que emana de todos los partidos.
Un reciente sondeo de DATUM revela que al 80% de los ciudadanos encuestados no le interesa las elecciones municipales y regionales que se vienen. Esto es preocupante. Está en juego la propia democracia -por lo tanto- están bajo amenaza nuestras libertades. Si esta manera de gobernarnos (la más justa posible) llegara a claudicar, se abrirían las puertas a la latente amenaza del autoritarismo que tanto daño le ha causado al desarrollo de nuestro errático país a lo largo de su accidentada historia.
Cuidado con trasgredir los parámetros de la democracia. Los procesos que se adopten en estos momentos de crisis deben ser cuidadosamente orquestados al son de la partitura constitucional. Si oímos discursos que desafinan, debemos rechazarlos. Siempre aparecen voces que pretenden aprovecharse de momentos como éste para intentar desacreditar todo el sistema.
Mucho ojo con la proclama populista: “qué se vayan todos”. Desconfiemos también de los representantes del statu quo; son los principales responsables de haber comprometido así nuestro bienestar poniendo sus ambiciones por delante del país. La corrupción se convierte en un círculo vicioso; necesita del poder para no ser descubierta. Hoy los grupos políticos comprometidos con “Lava Jato” y “Cuellos Blancos” ya no se preocupan ni por las mínimas apariencias. Sus métodos son de supervivencia primordial. Todos los involucrados intentan enmarcar las responsabilidades de acuerdo a su conveniencia. No buscan limpiar la infección porque son la infección.
Es urgente reformar las instituciones democráticas. La sociedad civil está íntegra; los demócratas debemos ejercer presión permanente. Si el congreso no siente la urgencia de cambio, es deber de los ciudadanos protestar. No cabe ápice de duda. Reclamemos lo que nos corresponde; una plataforma estatal justa que dé garantías para el desarrollo sostenible del país. No podemos distanciarnos en este momento. Sostener una democracia en el tiempo es tarea de todos. Lo que quieren las mafias, precisamente, es hacer que la política parezca una cloaca. Crear la ilusión de que todos son iguales. No es verdad. Hay servidores públicos decentes. Los malos son unos cuantos que se han adueñado de puestos claves para perpetrar sus delitos descarados. No nos dejemos engañar por esa falsa premisa de que todo está perdido. Reunamos la fuerza de nuestra indignación y canalicémosla para convertirla en una potente herramienta de cambio.
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