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El cuento del octógono
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Los principales centros de abasto han sido invadidos por productos que lucen aterradoras escarapelas negras.
Se trata de productos decretados como no saludables, en virtud de una ley arbitraria que establece límites al contenido en 100 gramos en solo tres parámetros: azúcar, sodio (sal) y grasas saturadas. Para esta ley, no importa el contenido proteico, calórico ni su eventual aporte vitamínico y de micronutrientes.
La reglamentación supuso siete años de controversia, como si la calidad, inocuidad e idoneidad de un alimento dependiera de la ideología o del poder de un grupo sobre el otro.
¿Quiénes están detrás de esta ley?
De un lado, los activistas que sueñan con un retorno a la cocina de olla, aves de corral y verduras del jardín trasero. De otro lado, el Ministerio de Salud, que pretende por ley poner a dieta a la población y justificar así su inoperancia para enfrentar los verdaderos azotes nutricionales de nuestro país, que son la anemia y la desnutrición crónica.
Y, claro, los informales y procesadores artesanales que quieren desviar el consumo a sus esquinas.
De la noche a la mañana, quesos, mantequilla, leche, galletas, chocolates, cereales, embutidos, tortas, caramelos, jugos, bizcotelas, panetones, de las marcas más tradicionales, pasaron a ser no saludables y de “muy peligroso consumo”.
El calificativo no alcanza al chicharrón, al chaufa ni al cau cau que se consume en ambulantes y fondas insalubres.
Una ley absurda que no toma en cuenta la ración, ni la edad, ni condiciones de salud, ni hábitos de vida, ni necesidades, ni preferencias y que desdeña el verdadero potencial nutricional que puede haber en alimentos procesados.
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