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Cuba gay
El régimen cubano, sin duda, está todavía muy lejos de ser una democracia y de respetar los derechos fundamentales.
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Es discutible que el proyecto de Constitución que viene siendo trabajado en Cuba vaya a significar un avance fundamental en lo que a democracia y derechos humanos en la isla se refiere. Una de las propuestas, sin embargo, llama la atención por su disrupción: definiendo el matrimonio como unión entre dos personas, sin precisar el sexo, se estaría allanando el camino para el matrimonio homosexual.
Al igual que en nuestro país, el matrimonio entre personas del mismo sexo tiene en Cuba opositores en algunos grupos evangélicos. Cinco de ellos han iniciado una campaña a favor del “diseño original”, y aseguran que la “ideología de género” no tiene espacio en Cuba, ni “relación con los países comunistas”. Al menos desde la perspectiva histórica, algo de verdad tienen estas palabras: la revolución no dejó espacio para la comunidad LGTBIQ. Los homosexuales fueron considerados agentes del imperialismo y asociados a la decadencia burguesa. Desde 1965, y junto con diferentes grupos no afines al régimen, cientos de homosexuales fueron enviados a campos de trabajo (las Unidades Militares de Ayuda a la Producción) para ser “curados”.
Con el cierre de los campos en 1968 la represión tomó nuevas formas. Por ejemplo, se les prohibió realizar algunos trabajos relacionados a la educación, pues se consideraba a la homosexualidad incompatible con la revolución. En 1979 la homosexualidad fue oficialmente descriminalizada, pero legalmente todavía se sancionaba su “manifestación pública”. Se tuvo que esperar hasta 1997 para que las referencias contra los homosexuales dejaran de aparecer en el Código Penal.
Aunque con el tiempo los derechos LGTBIQ han mejorado, estos –como muchos otros en Cuba– están lejos de ser perfectos. La homofobia, la transfobia y el machismo siguen dañando a la sociedad. El problema es que en este respecto, como en muchos otros, la información que se tiene en la isla es deficiente. Un informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) del 2017, ya advertía que no hay datos suficientes sobre la violencia de la que la población LGTBIQ es víctima, lo que “invisibiliza el problema” y “dificulta un ana´lisis ma´s profundo sobre la situación real de los derechos humanos de las personas LGBTI”.
Tampoco queda claro, por otro lado, qué tanta voz tienen los homosexuales hoy en Cuba. La representante oficial de su lucha es la hija de Raúl Castro, Mariela, quien dirige el Centro Nacional de Educación Sexual. Pero diversos reportes periodísticos dan cuenta de agrupaciones LGTBIQ que no se sienten representadas por este, al que consideran más bien un vehículo de propaganda. La CIDH, por su parte, ha recibido información de violencia de agentes estatales en contra de miembros de grupos LGTBIQ independientes.
El régimen cubano, sin duda, está todavía muy lejos de ser una democracia y de respetar los derechos fundamentales. Lo que sorprende, sin embargo, es que incluso un país con una represión histórica tan brutal contra los LGTBIQ y con un historial tan pobre de respeto a las libertades individuales esté más cerca que el Perú de otorgarles uno de los derechos más cruciales: el de poder elegir, legalmente, al lado de quién hacer sus vidas.
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