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Especulación sin máscaras

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Fecha Actualización
El hecho de que cuando ahora se pida un medicamento genérico en las farmacias se escuche, cada vez con mayor frecuencia, la consabida respuesta de “solo tenemos de marca”, debería preocupar en serio a las autoridades. La tendencia a subir el precio en los fármacos para tratar el coronavirus, ya era manifiesta desde el incremento sideral que tuvieron –y tienen aún– los precios de las mascarillas y guantes de goma, que desparecieron del mercado para comenzar a venderse casi clandestinamente, sin que el gobierno o la fiscalía, de oficio, tomaran cartas en el asunto.
Conviene entender además que con la emergencia sanitaria la demanda en el sector, lógicamente, ha aumentado, y en no poca medida. El panorama en provincias es particularmente alarmante, pues en muchas ciudades, a la desaparición de genéricos se suma una especulación desbocada en el ámbito farmacéutico. Entonces, para evitar pánicos colectivos absurdos como el que se vivió no hace mucho con el papel higiénico y el alcohol, generando un desabastecimiento que no por efímero o artificial fue menos inquietante, hace rato que se debió dictar normas que castigaran, eficientemente, a los especuladores.
En ese sentido, la Confiep ha rechazado la especulación y acaparamiento de medicamentos y productos de primera necesidad por parte de personas y empresas inescrupulosas “que atentan contra el derecho a la salud y a la vida”, pero, a la vez, ha expresado su preocupación por una eventual política pública de control de precios, bajo el pretexto de sancionar este tipo de malas prácticas, pues es inconstitucional y “fomentaría la informalidad y el mercado negro de los fármacos”. En ese mismo comunicado se agrega que era tarea del Estado proveer de medicamentos a los establecimientos de salud públicos para que sus pacientes no se vieran obligados a buscar “un abastecimiento externo”.
Habiendo responsabilidades por ambos lados, sector público y sector privado, algo debe hacerse de inmediato para cortar esta espiral alcista en la que los perdedores, qué duda cabe, son los peruanos de a pie.