Corrupción, ineficiencia y economía de mercado. (Foto: Getty Images, via BBC Mundo)
Corrupción, ineficiencia y economía de mercado. (Foto: Getty Images, via BBC Mundo)

Los opositores a la economía de mercado siempre buscan relacionar la crisis y el descontento social con deficiencias del sistema.

Hábilmente, utilizando una verborrea populista, quieren convencernos de que la corrupción, la injusticia y la misma pobreza tienen su raíz en el sistema de mercado.

Es evidente que la pobreza está relacionada con un reducido crecimiento de la economía, con baja productividad y empleo, con carencia de inversiones y por supuesto con la corrupción, pero esta última no es inherente al modelo.

En un contexto de crisis se acentúa el descontento. En vez de enfocar el problema, dinamizando la economía, aparecen las críticas al sistema. Los detractores comienzan a lanzar propuestas heterodoxas y de ideología marxista y hasta proponen el cambio de la Constitución para abrazar modelos antimercado y antidemocráticos. En el caso peruano, ¿qué tiene que ver la corrupción con la economía social de mercado? ¡Nada!

Una economía de mercado exige como ningún otro modelo, transparencia y eficiencia. Transparencia para que los consumidores y usuarios elijan siempre lo mejor. Eficiencia para que la oferta de bienes y servicios llegue al mercado con costos competitivos y generando valor.

¿En qué parte de esta ecuación entra la corrupción? ¡En ninguna!

Por el contrario, la corrupción enturbia, traba y entrampa la economía, la hace ineficiente y esclava de intereses personales.

El deslinde y repudio a prácticas corruptas es categórico para los que creemos en un mercado en democracia y en un sistema que posee los mecanismos para su control y vigilancia.