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Salvando vidas sin morir de hambre en el intento
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Bueno, ya sabemos que plata habrá. Cuando la pandemia sea controlada, la recesión que nos espera no debiera producir hambre ni quiebras. Para evitarlas, el MEF y el BCR inyectarán al mercado miles de millones de soles, que irán a los bancos para ser prestados a las empresas. ¿Bajo qué condiciones? No se han anunciado, pero las declaraciones de la ministra de Economía adelantan algo.
Primero es la gente, dijo. Nadie lo discute. Ahora se intentan salvar vidas aunque el costo sea paralizar la economía. Pasada la crisis, el Gobierno intentará conservar el empleo. De hecho, en plena pandemia, a las empresas se les ha pedido que sigan pagando remuneraciones. Pueden negociar teletrabajo, reducir jornadas o sueldos, forzar vacaciones o anticiparlas, no renovar contratos temporales, adelantar remuneraciones por trabajo futuro. Lo que sea, menos despedir.
Pero la recesión viene fuerte y habrá causa suficiente para despidos. Entonces el Gobierno tendrá este dilema: si no los autoriza, las empresas quiebran y el empleo igual se pierde. En cambio, si los autoriza, las empresas recuperarán empleo en el tiempo, pero a corto plazo habrá turbulencia social, porque los despedidos no tendrán plata.
Pero, ¿cómo obligar a las empresas a mantener empleo si no tendrán ingresos para pagarlos? Hay varias opciones. Primero, tendrá que ser un mínimo razonable. Dependerá de la actividad económica. El turismo no va a operar, pero la agricultura sí, por ejemplo. Precisar ese mínimo es subjetivo, pero no debería ser arbitrario.
Segundo, flexibilidad laboral, para que se puedan renegociar condiciones mínimas para retener empleos. Tercero, el Gobierno debería anunciar un plan agresivo de trabajo temporal que alivie a los despedidos. Hay que hacer obra pública. Hospitales, colegios, comisarías y tanto que hace falta, esta vez sin corrupción.
Cuarto, para la primera etapa en la que no haya liquidez, una parte de las remuneraciones se podrá amortizar con subsidios directos; otra aplicando el valor pagado como crédito contra impuestos; otra a riesgo y costo de la misma empresa; y, para lo que falte, con los préstamos que el Estado debiera avalar, a largo plazo y bajo interés.
A esto debe haberse referido la ministra cuando dijo que tampoco se debe romper la cadena de pagos. Es decir, que para que todos paguen, todos deberían cobrar. El Estado paga primero. La pérdida privada inicial se financia, nosotros pagaremos después.
Si todos perdemos un poco, nadie pierde todo y todos nos recuperaremos. La economía andará de nuevo.
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