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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

La relevancia de las Mipymes (micro, pequeñas y medianas empresas) no es cuestionable. Según cifras de la OECD y la OIT, constituyen más del 99% de empresas en el mundo y emplean a más del 80% de trabajadores en la región latinoamericana.

Visto desde este ángulo, el Perú no se distingue de lo que parece ser un designio mundial, y la baja productividad empresarial peruana en relación con el resto del mundo no parecería ser un problema de tamaño.

Dicho diagnóstico podría llevar a la errónea interpretación de que para incrementar la productividad en el Perú lo que se requiere son políticas de asesoría y provisión de tecnología, financiamiento a costos competitivos y un adecuado acceso logístico. Sin embargo, una mirada más profunda a las cifras lleva a inferir que sin cambios tributarios y laborales que acaben con las trabas al crecimiento empresarial, el impacto de estas políticas sería muy limitado.

Y es que un diagnóstico de la data internacional pasa por entender qué pasa al interior del grupo que llamamos Mipymes. Mientras que en el Perú los negocios unipersonales son más del 90% de las empresas, en la región latinoamericana estos no representan más del 28%. Y si ampliamos la definición a Microempresas, este porcentaje sube a 56% en la región y a 95%, es decir, más del doble.

Si enfrascamos el Perú en estas cifras, un análisis de la productividad empresarial basada en Mipymes y no en Mypes podría llevarnos a deducir erróneamente que el tamaño de nuestras empresas no es el responsable de su baja productividad.

Y las reflexiones electorales (aún sin propuestas) en torno a la informalidad no revisten seriedad alguna si no buscan engrosar el porcentaje de medianas y pequeñas empresas. Ello pasa por atacar los dos principales temas que las aquejan: flexibilidad laboral y tributaria para aquellos emprendimientos que sí están en capacidad de ser productivos y crecer.