La expectativa ciudadana esperaba ver más estaciones que solo las cinco habilitadas, señala la columnista.
La expectativa ciudadana esperaba ver más estaciones que solo las cinco habilitadas, señala la columnista.

A pocos días de la Navidad y en medio de otra crisis política, un gobierno mediocre y nuevas evidencias de corrupción generalizada, la ciudad de Lima recibió un regalo inesperado. Y digo inesperado porque muchos ya habían perdido la esperanza de ver en funcionamiento al primer metro subterráneo del país. La ciudadanía no solo estaba cansada de una construcción llena de retrasos, sino también algo traumatizada por los 25 años que tardó en construirse el otrora llamado tren eléctrico. Sin embargo, el 21 de diciembre se inauguró el tramo 1A de la Línea 2 del Metro de Lima. Si bien son solo cinco estaciones las que inician su operación, este hito nos permite vislumbrar la transformación que significará tener a la Línea 2 operando al 100%.

Por supuesto que reconocemos que es una buena noticia, pero son varios los pendientes y las mejoras por hacer. Empecemos por lo más evidente: los casi 10 años transcurridos desde que se inició la construcción y el impacto negativo que se ha generado durante todo este tiempo a los vecinos y vecinas de la zona de Ate. Los permanentes cierres de vías no solo perjudicaron la movilidad cotidiana de los ciudadanos, sino que también generaron la quiebra de muchos negocios, problemas a la salud física y mental producto del tráfico, los ruidos y la contaminación. Incluso, a pesar de que este metro se está construyendo con tuneladoras, el impacto constructivo tiene que ser seriamente mitigado para los siguientes tramos. Además, la expectativa ciudadana esperaba ver más estaciones que solo las cinco habilitadas. Según los representantes del Consorcio, el próximo año deberíamos ver la puesta en marcha de varias estaciones más. Sin embargo, la finalización de la Línea 2 está proyectada recién para 2028 (cruzando dedos).

Entre los puntos a mejorar encontramos que los vagones no tienen agarraderas centrales y esto ha generado preguntas en los ciudadanos sobre cómo van a viajar cuando los vagones estén llenos. Además, les preocupa saber si las bonitas instalaciones se van a mantener en buen estado o si los ciudadanos van a hacer mal uso de las mismas. También han surgido preguntas en torno a la integración con bicicletas y scooters, y hay quienes sugieren que, así como se ha incorporado el inglés en los anuncios, deberían hacer lo mismo con el quechua, ya que Lima es la ciudad con más quechuahablantes.

Una de mis preocupaciones principales es la necesidad de integrar adecuadamente los entornos urbanos de las estaciones para potenciar el valor del suelo, la oferta comercial y, en general, el desarrollo urbano. Sin embargo, esto solo es posible si se gestiona de manera integrada el desarrollo del transporte con la planificación urbana, y la verdad es que aún estamos lejos de lograr esto.

Este inicio de operaciones es una buena nueva y, al ver a los primeros usuarios subir al Metro y disfrutarlo, me deja —al menos a mí— una sensación de esperanza. Sí, hay mucho por mejorar, pero estamos dando un paso adelante.