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(Opinión) Mariana Alegre: Mar muerto

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El derrame de petróleo en nuestra costa pone en evidencia dos escalas de desigualdad, señala la columnista. (Foto: Renzo Salazar / @photo.gec)
Fecha Actualización
El daño al ecosistema marino y costero que ha causado el derrame de petróleo de la transnacional española Repsol en el mar peruano aún no termina de ser cuantificado pero la devastación y el descaro son más que evidentes. No es suficiente con ver la mancha de petróleo que se extiende conforme pasa el tiempo ni tampoco las fotos de los animales exhaustos y con ojos tristes o, peor aún, muertos. Duele ver la desesperación de voluntarios que hoy se han convertido en rescatistas y cómo sus ganas no son suficientes frente al nivel de especialidad que requiere la tarea en la que se han embarcado.
Mientras tanto, las inconsistencias y la falta de un amago de disculpa siquiera por parte de la empresa nos muestra cuál será su nivel de compromiso con el desastre ecológico y confirma la debilidad de nuestro gobierno y de quienes, teniendo poder, prefieren hacerse de la vista gorda. Por supuesto, el derrame de petróleo en nuestra costa pone en evidencia dos escalas de desigualdad. En primer lugar, el desinterés al que los muchos derrames en la selva se enfrentan y que no reciben ni la cobertura mediática ni la preocupación ciudadana. Por otro lado, el centralismo limeño que, una vez más, menosprecia al Callao. Los chalacos han venido reclamando atención ante el derrame y desde Lima –y su cúpula de poder– solo se escuchaba el chirriar de los grillos.
De hecho, a pesar de que el derrame ocurrió en playas chalacas, autoridades y periodistas se referían al mismo como si hubiese ocurrido en la capital.
Se confirma que el Callao es el patio trasero de Lima y, como tal, ahí se arriman los cacharros que ya no queremos, se guardan los trapos sucios y se acumulan los productos e implementos que no son dignos de ser mirados. Cuando vienen visitantes, cerramos la puerta para que no se vea el desorden y nos empeñamos en embellecer aquellos espacios que sí consideramos aptos para ser disfrutados. ¿Puede nuestro primer puerto deshacerse de esa concepción de cuarto de trastos y cobrar vida independiente y gloriosa? Por supuesto que sí; no solo la identidad y orgullo chalaco son factores clave, sino que su historia y potencial son inmensos. Se puede empezar aprobando el Plan de Desarrollo Metropolitano del Callao que se encuentra listo desde hace seis meses y en el que se identifican las zonas y los proyectos estratégicos. Por supuesto, el Plan incluye propuestas para el tratamiento marino costero, algo que ya no puede esperar. Nos toca revivir el mar muerto.
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