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(Opinión) Mariana Alegre: Agua mala
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En medio de los reclamos y protestas producto del paro de transportistas -devenido ya en paro nacional- una noticia que parece haber pasado desapercibida es la del relave minero que se ha derramado. El relave de la mina Huampar se ha roto y sus aguas residuales han contaminado los ríos Cashca, Santa Eulalia y Rímac. Aunque Sedapal ha anunciado que no habría afectación a la calidad del agua y que los límites de contaminación están dentro de los permisibles, el potencial riesgo de que el agua que abastece a la capital se vea perjudicada es cada vez más latente. Por su parte, la Defensoría del Pueblo ha exigido al Ministerio del Ambiente que garantice la remediación ambiental.
Los relaves mineros son una amenaza constante para la seguridad hídrica de la población. Especialmente si es que entendemos que la mayor cantidad de agua que se usa en Lima Metropolitana viene de la cuenca del Mantaro y, por su parte, los ríos Rímac, Chillón y Lurín proveen un porcentaje menor. Quizá uno de los más graves es el relave ubicado a las faldas del cerro Tamboraque (que se encuentra en el Km. 90 de la carretera Central) y que se cierne a pocos metros del río Rímac.
La precariedad de la seguridad hídrica de la capital es una realidad que no es realmente comprendida por la población. Y es que, a pesar de que muchísimos limeños y chalacos no cuentan con una provisión segura de agua ni tienen sus viviendas conectadas a la red de servicios públicos, la magnitud del problema no termina de ser entendida. De hecho, esta semana un camión cisterna se despeñó y cayó en una vivienda, destruyendo sus vidas.
Incluso, las nuevas urbanizaciones que se ocupan por familias que traen muchas ilusiones, se encuentran con que sus viviendas no cuentan con agua potable. Son las propias empresas urbanizadoras las que les proveen de agua vía camiones cisternas y tanques. Son ellas quienes les garantizan el suministro por muchos años.
Cuando en la encuesta anual de Lima Cómo Vamos se evalúan los problemas ambientales, nos encontramos frente a un 35.6% de encuestados que indican que el acceso y la calidad del agua potable les resulta insatisfactorio. Sin embargo, cuando se analiza la data a nivel socio económico resulta evidente que la población con menos recursos es la más afectada. Y es, por supuesto, a la que no se le ofrece ninguna solución. El agua mala parece que nos va a acompañar por mucho tiempo.
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