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Christian Saurré: Travesía
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No me gusta la selva y la selva no me quiere a mí. Soy presa fácil para los mosquitos, el calor me ahoga, la humedad me cierra el pecho y el sol destruye mi piel y agrava sin piedad mi dermatitis.
Cuando es hora de decidir adónde ir de vacaciones, en lo último que pienso es en la selva. Sería una locura, un suicidio con el que la diversión de vacacionar moriría achicharrada. Siempre busco la nieve, el frío, lo fresquito. Hace algunos años conocí a mi actual novia, que carga con el sueño de irse de safari a África y montar elefantes. Antes de eso, ella quiere conocer la selva peruana y eso me pone entre el amor y mi integridad física.
La selva central es un punto al que no le tengo tanto miedo, parece más controlada en su belleza salvaje. Y creo que, si la amenaza de unas vacaciones en la selva llegara a mi vida en manos de mi novia, la salida perfecta sería la selva central.
El día de ir a vacacionar a la selva se va acercando y yo voy preparándome, mi novia cada vez habla más de eso y mis cambios de tema repentinos ya son muy notorios. He tratado de evitar este viaje por mucho tiempo y todo llega a una recta final en estos días en los que, además, en Oxapampa se celebra el festival Selvámonos, del que hablamos en este número y que hace su primera parada en Lima. Ya no hay salida, nunca he pisado la selva peruana y me da tanta ansiedad saber que en algún momento debo ir a vencer ese miedo que, por fin, me dejaré llevar por los consejos de mi novia e iremos para allá. Este es el fin de una larga travesía, una odisea que tuve que vivir para no ir a vacacionar a la selva.
Este año las vacaciones ya están programadas: Oxapampa es el lugar. Dicen que nos espera una gran experiencia. Mi novia irá a tomar fotografías y ver flora y fauna en general. Conocer las comunidades y escapar de la capital por unos días. Yo solo trataré de no sudar.
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