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Christian Saurré: Perfectos incógnitos
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A los 15 años me paré por primera vez frente a un montón de autos para hacer malabares a cambio de un poco de atención, de reconocimiento a mi "arte". El semáforo del cruce de las avenidas Roca y Boloña con Tomás Marsano estaba en rojo y yo, con mis jeans rotos, el pelo largo y con trenzas, me lancé a la pista decidido a ser un artista callejero. Tremendo fracaso.
Las bolas de arroz crudo forradas con globos de fiesta que había hecho salieron disparadas hasta terminar debajo de los carros y ahí estaba yo, recogiéndolas mientras el semáforo cambiaba a verde y los carros empezaban a avanzar mientras tocaban sus bocinas. Fue la primera vez en mi vida que sentí que la calle era salvaje, sobre todo cuando se pretendía ser artista. Nunca olvidaré la incertidumbre que sentí al no saber si esos autos querían esquivarme o atropellarme por mi atentado al arte circense.
Dedicarse al arte ya es difícil. Entonces, dedicarse a hacer arte en las calles de Lima, con la rabia que esta ciudad conserva en sus entrañas, aún supera los límites de lo imposible, ¿o no?
Hay personas en la capital que están superando esos límites, pero de los que solo vemos su rastro: grafitis, música en vivo, performances en los semáforos, bailarines y muchos otros están haciendo de Lima un lugar más colorido. Antes, solo se pensaba en encontrar arte urbano en lugares como Barranco. Por suerte, la ola artística se ha extendido por toda la ciudad. Los artistas, incógnitos perfectos que adornan la cuidad a su paso, tienen como disciplina principal el arte de sorprender, porque es tan difícil llamar la atención de un habitante de esta ciudad tan atenta a una sola cosa, que un distraído es el mejor observador de la evidente riqueza artística de las calles de Lima. Gracias a los artistas urbanos de esta ciudad, el viaje hasta el trabajo todas las mañanas siempre es distinto.
(christian.saurre@peru21.com)
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