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Centralismo, origen de (casi) todos los males del Perú
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Por: Reynaldo Roberts Billig
A raíz de los 485 años de la fundación de Lima, aparecieron artículos de todo tipo: unos recordando la trayectoria de la ciudad desde 1535 y otros, abundantes, comentando el caos en que se encuentra.
No leí ninguno en que el autor se pregunte cuál es el origen de que Lima se haya convertido en una caótica ciudad que crece desordenadamente y que carece de muchos servicios, como educación, salud y transporte eficiente y suficiente. Una explicación está en que Lima tiene más población que la que puede soportar. La migración de provincias avasalla y muchas veces no cuenta con un trabajo, una vivienda, una escuela o un hospital.
La solución no está solo en proveer a los inmigrantes lo que les falta en Lima sino darles los servicios en sus lugares de origen. Si fuera así, ya no tendrían que migrar a la capital. Tenga en cuenta que resulta casi siempre más económico dar agua, electricidad, transporte, seguridad a cualquier provincia, que a un barrio tugurizado de la capital. ¿Por qué no se hace? Porque es más urgente hacerlo ‘donde las papas queman’, se está mas cerca de la toma de grandes decisiones y se posterga la solución de los problemas de las provincias. La respuesta rápida es que para eso están los gobiernos regionales y los locales, pero se alegará que no saben administrar bien sus recursos o temen equivocarse y que la Contraloría de la República los sancione. Aparte está, por supuesto, la corrupción que no es ajena a la capital. Si nos preguntamos qué origina la migración hacia Lima, nos contestarán que ahí es donde están las oportunidades. Ya sabemos que es el gran mercado y que allí están también las grandes inversiones (exceptuadas la minería y la agricultura) desde tiempos inmemoriales, promovidas por el propio Estado y su círculo que genera una fuerza centrípeta.
Como ejemplo mencionemos el caso del Gasoducto del Sur. En el año 2004, se dijo a voz en cuello “algo bueno está llegando”. Y efectivamente llegó. ¿Qué era? El gas de Camisea. ¿A dónde llegó? Pues a Lima. El resto del país no importa. Este proyecto millonario, por cierto, manejado por tres empresas extranjeras, aparentemente buscaba llevarse nuestro gas al extranjero y lo consiguieron: 51% de gas de Camisea se exporta (no es momento de juzgar qué intereses hubo de por medio.) Para ello era necesario construir una planta de licuefacción (la de Melchorita). ¿Y dónde quedó el mercado nacional? La llegada del gas a la capital durante dieciséis años ha hecho posible abaratar el costo energético.
Muchas industrias se instalan en Lima por este motivo y hasta algunas empresas de provincias han trasladado sus plantas ahí. ¿Algún estudio económico de una industria que requiera importante cantidad de energía propondría su instalación en provincias si no cuenta con el gas que sí hay en Lima? Lo peor del caso es que, como dije líneas arriba, lo que no se queda en Lima, se exporta (51%). En Lima, el gas de Camisea no llega solo a las industrias, también se usa para el transporte, se le da uso doméstico, se emplea para generar electricidad. Camisea queda en Cusco y, sin embargo, esta región aún no puede consumir ese gas. Resulta paradójico que el expresidente Kuczynski haya mencionado hace pocos años en Puno, cuando aún estaba en el cargo, que “no debemos permitir que los niños de Puno mueran de frío”. Por todo ello es oportuno poner énfasis en la revitalización del proyecto del Gasoducto del Sur (ahora llamado SIT Gas).
La ausencia del gas barato de Camisea no ha hecho sino descompensar más aún el desbalance de Lima versus las provincias. Además incentiva que inversionistas y ciudadanos migren a Lima, y se crea un círculo vicioso que refuerza el centralismo.
La función de un Estado es básicamente compensar las desigualdades. No solo mediante el cobro de impuestos sino corregir las distorsiones de cualquier tipo como la que comentamos. El Gasoducto del Sur – paralizado por razones harto conocidas– debería llevar el gas de Camisea a todos los rincones del país para descentralizarlo. Tengamos en cuenta que por donde gas pasa, desarrollo queda.
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