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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Se aplica a la persona que se siente dominada por alguna cosa o que es prisionera de algo o de alguien. El concepto calza en el histriónico ministro del Interior como anillo al dedo.

Daniel Urresti, un personaje desconocido que saltó a la fama por su habilidad de respuesta de esquina, para beneplácito de algunos, hoy está en el centro de la discusión política y de sus mentores. Chismes, comentarios de alcantarilla; "eso le gusta a la gente", como decía un famoso presentador deportivo.

Sin embargo, más importante que sus tuits, retuits vejatorios, es ver quién manda a quién. Lo que debe preocuparnos es qué hay detrás del show público. Quién hace el libreto. Quién aplaude detrás del escenario. "Ahí está el detalle", como decía el mejor comediante de todos los tiempos, Mario Moreno 'Cantinflas'.

En medio de una función continuada, hay asuntos bastante claros. El gobierno está en cautiverio. No puede escapar de una tormenta que no termina y que, más bien, tiene características que la convertirían en un huracán que arrasaría con todos. Su nombre: Martín Belaunde Lossio.

No hay, en lo inmediato, forma de 'taparle la boca'. Salió del Perú, sin mayor inconveniente. ¿Gracias a quién? Eso está por verse. Está en Bolivia, protegido por las leyes de ese país. ¿Por cuánto tiempo? No lo sabemos. Pero es evidente que, durante estos siete meses desde que fue dictada la orden de prisión preventiva, Urresti ha brindado un espectáculo continuo y sin descanso. Veremos al final si le entregan su medallita electoral por su performance.

Y la cereza de la torta, en el juego de 'vale todo' para olvidar las andanzas del ex asesor, la protesta de los jóvenes por la llamada 'ley Pulpín', los vaivenes y el malestar de los "viejitos" del Fonavi, aparecen ridículos anuncios de investigación por apología de terrorismo a obras de teatro como La cautiva. Papelón de un gobierno que parece intentar un estilo autocrático – militarista. Espero no me 'acusen' por el título de la columna.