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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

El miércoles 23 de marzo del 2016, en plena Semana Santa, se terminará el plazo para firmar el acuerdo final entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el gobierno del presidente Manuel Santos a favor de la paz. Lo fundamental del acuerdo final ya se ha conseguido; el apretón de manos entre el presidente colombiano y 'Timochenko', jefe de los subversivos, así lo adelanta. Son tiempos de cambio.

Si bien es cierto que en Guatemala y El Salvador, con la mediación de la ONU y otros países, se lograron acuerdos de paz entre los insurrectos y los respectivos gobiernos, el que comentamos será el más trascendente. No solo Cuba y Noruega actuaron como garantes de la negociación, el presidente Obama le dio el visto bueno y, después, el aval del papa Francisco acabó con las vacilaciones. El presidente Humala felicitó a Santos. En Colombia, la mayoría ve con buenos ojos los avances obtenidos.

No todo ha sido agua de malvas. Durante años "la guerrilla" (que llegó a 18 mil efectivos, diez veces más que los senderistas), se recurseaba, además del narcotráfico, mediante el masivo secuestro. De otro lado, la inteligencia militar promovió y armó a los "paramilitares", quienes en alianza con los terratenientes (ojo, no hubo reforma agraria) se apropiaban de las tierras de los campesinos y cometieron atroces crímenes. En el año 2005, el Ministerio de Defensa decretó que se pagaría US$ 1,900 a aquellos militares que mataran a un guerrillero o paramilitar. Así, se creó una industria de los "falsos positivos", es decir simples campesinos asesinados y disfrazados con uniformes de los irregulares.

Se ha planteado una amnistía política lo más amplia -subversivos y militares, salvo para quienes cometieron crímenes de lesa humanidad. Habrá una reforma rural integral, una Comisión de la Verdad y las FARC se desarmarán e ingresarán a la política.