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Los motores de la economía peruana
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Todas las economías tienen cuatro motores: el consumo privado, la inversión privada, el gasto público y las exportaciones. Cuando una empresa pequeña, mediana o grande dice que no le va bien porque no le están comprando, se refiere a que alguno de los motores está apagado. Supongamos que usted tiene un pequeño restaurante; mejorar sus ventas significa que más personas están yendo a consumir a su negocio. Si tiene, por ejemplo, una pequeña distribuidora de cemento, dirá que le va bien si le compran más cemento; en este caso será un inversionista quien realiza la compra. Por último, si usted exporta, digamos, cacao a Suiza, la evolución de su empresa dependerá de que los compradores suizos mantengan y/o eleven sus compras.
Los motores de la economía podemos identificarlos como los distintos tipos de gasto que se pueden hacer. Cuanto más se gaste, mayor incentivo a producir y, por ende, a generar empleo. El más importante de los cuatro es el gasto de consumo privado, cuyo crecimiento anual promedio de los últimos 20 años es 3.2%. Para este año se espera una caída de 10%. Si este ítem tiene que aumentar, la única forma que existe es a través de la elevación del empleo, que a su vez permite elevar los ingresos de las personas, y con ellos aumenta el consumo.
Para que eso ocurra tiene que aumentar la inversión, que es de dos tipos: pública y privada. La primera representa el 80% del total de la inversión y la segunda 20%. La proyección para este 2020 es una caída de la inversión privada de 30%.
El volumen del comercio internacional (exportaciones e importaciones) se desplomaría 27% este año. Por lo tanto, salvo en ciertas actividades, no podemos confiar en el motor externo.
Hasta aquí, de los cuatro motores, tres de ellos (consumo privado, inversión privada y exportaciones) caerán en niveles nunca vistos este 2020. Solo queda el gasto público; aquí, la inversión pública caería 8.5%. Por lo tanto, durante este 2020 los motores estarán apagados.
La buena noticia es que en 2021 se recuperarían todos, lo que prueba que la pandemia es un golpe de gran magnitud, pero temporal. No solo aquí, sino en todo el mundo.
En este proceso no caigamos en soluciones fáciles porque no existen. Queda elevar más el gasto público, pero a un costo de un crecimiento de la deuda externa. Y eso debe engancharse con el crecimiento de la inversión privada. No hay otra. Para eso, la seguridad jurídica y la defensa de los equilibrios de la economía serán fundamentales.
La economía es una ciencia, no es un acto de magia ni de fe. No creamos en las soluciones mágicas, que en apariencia benefician a la población por un tiempo muy limitado y luego perjudican justamente a quienes decían que iban a beneficiar. Se llama populismo. Y aquí el Congreso lidera el esfuerzo de tomar medidas que no tienen sentido. No destruyamos los equilibrios básicos que nos costaron años. Hagamos un programa económico serio de recuperación. De lo contrario y como en la vida, el remedio será peor que la enfermedad.
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