(Getty/Referencial)
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Por: Martín Naranjo

Hace unos días estuvo en Lima Raj Sisodia, impulsor del movimiento Capitalismo Consciente. En abierta discrepancia con lo propuesto por Milton Friedman en los años setenta, el mensaje central de Sisodia es que la razón de ser de las empresas, el propósito de la actividad empresarial, no es generar ganancias, sino producir soluciones rentables a los problemas de las personas y de nuestro planeta. Para Sisodia, el objetivo primordial de la actividad empresarial debe ser el bienestar de las personas (empleados, clientes y sociedad en general).

Cada empresa, entonces, debe formular un propósito que considere un conjunto amplio de grupos de interés. Este propósito es lo que legitima, da sentido y hace sostenible la actividad empresarial. La legitimidad de la actividad empresarial radica, así, en el ajuste percibido entre el propósito y los problemas de las personas que se pretenden resolver. Dicha legitimidad proviene, entonces, del juicio que las personas hacen sobre qué tan apropiado, deseable o idóneo es el propósito.

La actividad empresarial alcanza mayor legitimidad mientras más capaces sean sus líderes de entender, interpretar y expresar con sus acciones las demandas y exigencias de la sociedad que los acoge. Esas exigencias tienen que ver con temas que corresponden, en cada momento, a los de mayor preocupación e importancia para las personas, por ejemplo: pobreza, educación, equidad, corrupción, inclusión, sostenibilidad, medio ambiente, etc.

Esta construcción de legitimidad genera nuevas demandas sobre la cultura empresarial y sobre su liderazgo. Cultura y liderazgo deben generar contextos que faciliten cumplir con el propósito. Este propósito más amplio, que tiene que estar debidamente expresado en los presupuestos y especialmente en las remuneraciones, también altera significativamente los sistemas de gestión al considerar un conjunto más numeroso y complejo de indicadores clave de desempeño.

Los indicadores tradicionales, financieros y de mercado, son ahora parte de un conjunto mayor de indicadores que buscan medir el impacto de la actividad empresarial particular sobre el bienestar de los grupos de interés, mostrando cómo es que el desarrollo de la empresa acompaña y promueve el desarrollo de la sociedad en su conjunto.

El reto de una actividad empresarial responsable, consciente y sostenible es sin duda un reto grande y complejo, pero también es cierto que es un reto intrínsecamente motivador y absolutamente necesario. Un reto que vale la pena.

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