“La madre del cordero”

“Embarazada, Yocasta soñó con un fuego que se dividía en dos, y parió a Eteocles y Polinices (…)”.
Alexandre Cabanel: Edipo se despide de Yocasta. 1843.

Todos quieren a su madre, o al menos eso dicen, pero ninguna fue tan amada como Yocasta. Hija de reyes y esposa de un rey, es un personaje lúcidamente trágico. Concibe un niño condenado a muerte por su padre; soporta que se lo lleven al monte y, veinte años más tarde, la viudez. Entonces sobreviene el monstruo que devora gente después de formular enigmas, la Esfinge. Para quien la destruya, Yocasta será el premio, junto con la corona de Tebas. Un joven extranjero, Edipo, hombre superior a los demás por su inteligencia y su vigor, derrota los laberintos de la bestia. Y ella, temblando de curiosidad y de deseo, lo recibe como esposa y vuelve a ser madre.

Sófocles la presenta como la primera en descifrar el enigma de la identidad de su segundo esposo. Cuando ve la dimensión de la desgracia, toma una decisión: le aconseja al rey que deje de investigar, advertencia que él interpreta mal. Edipo cree que su aristocrática esposa no quiere descubrir que él es hijo de padres humildes. Pero ella ha visto mucho más lejos. Ya antes de la revelación, Edipo le cuenta el oráculo según el cual él había de matar a su padre y desposar a su madre, y Yocasta, flemática, lo exhorta: “No te preocupes por eso, pues son muchos los hombres que se acuestan con sus madres en sueños, y el que no hace caso de ello lleva una vida más fácil”. Podemos imaginar la emoción de Freud al leer este pasaje. Embarazada, Yocasta soñó con un fuego que se dividía en dos, y parió a Eteocles y Polinices, los hermanos que murieron matándose mutuamente por el trono de su padre. También concibió a Ismene y a Antígona, heroína de la rebelión ante la brutalidad del Estado.

La tragedia de Sófocles es del siglo V a. C. Ignoramos cuán antiguo puede ser el mito, pues ya Homero lo menciona tres centurias antes, en la Odisea, aunque con diferencias: Edipo sigue reinando luego de que los dioses le revelan la abominación cometida. El mito continúa transformándose y en el siglo II de nuestra era reaparece en Alejandría, en la religión gnóstica: Kaín se enamora de su madre, Ewa, y por ella se subleva contra Jehová, el demonio creador del mundo. El curioso lector puede revisar la excelente novela gráfica Al oeste del Edén, de Hugo Pratt, inspirada en esta leyenda. Si Freud está en lo cierto y la relación con la madre puede generar una larga y dolorosa confusión, en Yocasta, más que en Pandora o Eva, reconocemos a la madre del cordero.


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