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El descenso en la asistencia a los centros de vacunación –masiva en los días del gobierno de transición– podría interpretarse como una triste victoria de las fake news sobre ciertas fórmulas inmunizadoras, pero el problema es más grave aún, como en su momento se hizo notar.
A la lenidad con que actuó la Cancillería durante el corto periodo que tuvo como titular a Héctor Béjar, quien privilegió objetivos ideológicos y geopolíticos a la seguridad sanitaria de los peruanos en plena pandemia, y dejó pasar negociaciones y hasta simple firma de contratos con laboratorios internacionales, ocasionando retrasos absurdos en la llegada de los embarques salvadores, se suma ahora la bajísima credibilidad que el gobierno de Pedro Castillo tiene entre la población, desconfianza que se comienza a extender hacia otras áreas de la labor del Estado, como es la de salud.
Las Vacunatones deben continuar, ciertamente, pero también, y sobre todo, las campañas de comunicación que destierren los mitos que irresponsablemente se han venido difundiendo sobre las dosis chinas, que están garantizadas por la Organización Mundial de la Salud. En estas circunstancias, con la tercera ola ya asomando sobre el horizonte, conviene recibir la vacuna que toque, sin dudas ni murmuraciones.
El Colegio Médico y los Colegios de Enfermeros han pedido que se baje la edad de vacunación a partir de los 20 años, un planteamiento que debería ser evaluado y puesto en marcha por el gobierno para inmunizar a la mayor cantidad de grupos etáreos, más aún si la concurrencia para las edades fijadas por cronograma del Minsa está flojeando.
El objetivo sigue siendo el mismo, vacunar a más ciudadanos en el menor tiempo posible, con la idea de alcanzar, cuanto antes, la anhelada inmunidad de rebaño, aunque la aparición de la variante Delta ha hecho tambalear las expectativas mundiales al respecto.
Si se incluye el rango de edad entre los 20 y 35 años, que parece ser lo pertinente, se necesitarían, asimismo, más vacunas, es decir, acelerar y concretar nuevas compras y remisiones.
Esperemos que esta vez la Cancillería sí esté a la altura.
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