POR: HÉCTOR LÓPEZ MARTÍNEZ

Hoy, 21 de octubre, conmemoramos el bicentenario de nuestra bandera. Ella es la enseña gloriosa de la patria. En sus colores rojo y blanco se encarnan los destinos del país, la fe y el amor a la tierra donde reposan nuestros padres y antepasados, donde hemos nacido y moriremos. Por ella se han sacrificado nuestros héroes a lo largo de dos centurias, por ella han entregado con generosidad sublime su existencia, para que flameara siempre con honor y sin mancilla.

El ya mencionado 21 de octubre de 1820 el general José de San Martín se encontraba en Pisco. Ese día suscribió el histórico decreto refrendado por Juan García del Río, ya que como relata Mariano Felipe Paz Soldán en su Historia del Perú independiente, no teníamos bandera propia y el Ejército Unido Libertador llevaba las de Chile y las de las Provincias Unidas del Río de la Plata, que posteriormente conformarían la República Argentina.

El documento, en su parte considerativa, decía que era incompatible “con la independencia del Perú la conservación de los símbolos que recuerdan el dilatado tiempo de su opresión” y al describir la bandera, indicaba que esta debía tener “ocho pies de largo y seis de ancho, dividida por líneas diagonales en cuatro campos, blancos los dos de los extremos superior e inferior y encarnados los laterales; con una corona de laurel ovalada, y dentro de ella un Sol saliendo por detrás de sierras escarpadas que se elevan sobre un mar tranquilo”. Respetuoso como siempre de la decisión ciudadana, San Martín añadió: “Solo tendrá fuerza y vigor, hasta que se establezca en el Perú un Gobierno General por la voluntad libre de sus habitantes”.

¿Cuál fue el modelo en que se inspiró San Martín para dotarnos de nuestra primera enseña? No olvidemos que el Libertador militó por más de 20 años en el Ejército español y pudo conocer plétora de banderas, estandartes, gallardetes, etc. En este caso eligió el diseño de la llamada Cruz de San Andrés, emblema muy añejo originario de la Casa de Borgoña, introducido en Castilla por Felipe el Hermoso a inicios del siglo XVI. La de San Andrés es una cruz en forma de aspa. Según tradición milenaria, el apóstol Andrés fue atado hasta morir en una cruz en forma de X, en Patrás, Grecia.

San Martín se alejó de cualquier prototipo de bandera originario de la Casa de Borbón, contra la cual luchaban los patriotas. Infatigable lector, conocía el simbolismo de los colores, por otra parte asunto muy en boga durante esos días. El blanco representa pureza de intenciones y el rojo evoca sangre y fuego. En cuanto al escudo, el laurel es símbolo de triunfo, de victoria. El sol y las cumbres escarpadas se asocian con el imperio de los incas, cuya historia conocía el Libertador, quien era entusiasta admirador de los Comentarios reales del Inca Garcilaso de la Vega. Finalmente, el mar era la vía escogida para venir al Perú en la expedición libertadora.

Se equivocan, y mucho, quienes creen que José de San Martín solo fue un gran militar. Era, además, hombre de vasta cultura y de múltiples intereses intelectuales y artísticos. Al fundar nuestra Biblioteca Nacional, como antes lo había hecho en la ciudad de Mendoza y Santiago de Chile, donando siempre centenares de libros de su biblioteca particular, dijo: “La biblioteca es destinada a la ilustración universal y más poderosa que nuestros ejércitos para sostener la independencia”.

La bandera primigenia en forma de aspa ofrecía inconvenientes para confeccionarla con rapidez y bajo costo, razón por la cual fue sustituida mediante decreto suscrito en Lima por Torre Tagle, refrendado por Bernardo Monteagudo el 15 de marzo de 1822. La nueva enseña nacional se componía de una “faja blanca trasversal entre dos encarnadas de la misma anchura, con un Sol también encarnado sobre la faja blanca”.

Otra vez por razones prácticas, estas todavía más importantes, un decreto expedido en Lima por Torre Tagle, refrendado por Tomás Guido el 31 de mayo de 1822, disponía, como anotó Paz Soldán, “que las fajas fueran verticales, evitando así todo motivo de confusión entre ambas banderas”. Como se sabe, la bandera española tiene tres bandas horizontales. La superior y la inferior de color rojo, la del centro de color gualda. La franja amarilla se decoloraba muy pronto pareciéndose entonces a la bandera nacional causando así graves e incluso luctuosos errores.

Fue el primer Congreso Constituyente reunido en Lima el que dio la ley del 24 de febrero de 1825, promulgada de inmediato por Simón Bolívar, que en su artículo 3° decía a la letra: “El pabellón y bandera nacional se compondrá de tres fajas verticales, las dos extremas encarnadas, y la intermedia blanca, en cuyo centro se colocará el escudo de las armas con su timbre, abrazado aquel por la parte inferior de una palma a la derecha y una rama de laurel a la izquierda entrelazadas”. Esta última es desde entonces la bandera nacional.

Poco más podemos decir de nuestro hermoso emblema que lució gallardo en el morro de Arica y al tope del palo mayor del Monitor Huáscar; la que nos emociona cada vez que la hemos visto ondear lejos de la patria; la que escritores y poetas cantaron como en estos entonados y vibrantes versos de José Santos Chocano: “Lleva manchas de la sangre que mil héroes, dieron por ella,/ lleva besos y sonrisas, lleva lágrimas y ruegos,/ y es tan tierna y amorosa, tan magnánima y tan bella/ que hasta el sol bajo a sus pliegues hecho luces y hecho fuego”.

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