Cuando empecé esta columna le puse Lápiz y Babel con la vana ilusión de intentar combatir la confusión, apuntando lo que se pudiera aclarar. Debo reconocer que cada vez es más difícil, pero no queda sino hacerlo con terquedad para limpiar pequeños espacios del parabrisas cuando llueve lodo en estas magnitudes. Si no se logran respuestas, al menos hay que tener claras las preguntas.
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Apenas en febrero de este año, la presidenta dijo ser la mamá de todos los peruanos. Celebrando las Fiestas Patrias parece haberle respondido “tu mamá” a una acusación que recibió mientras recorría las calles de Lima. Más allá de la ambigüedad que configuran ambas respuestas como conjunto, claramente hay en pocos meses un cambio de ánimo, del público y de la presidenta. ¿Es una tendencia que se va a mantener en los próximos meses? ¿Cuántos más memes y parodias generará el Gobierno hasta las elecciones? ¿Cuánto le van a durar los waykis en el Congreso? ¿Cuánto la calle tranquila?
¿Alguien puede hablar cinco horas y pretender que lo escuchen? Es lógica pura que el zapping va a empezar más temprano que tarde. ¿Para qué se quiere hablar tanto, al punto de aburrir hasta la siesta, incluso a ministros muy cercanos? Lo único sensato es creer que aburrir es parte de la estrategia ¿para qué? Si se cree que la inflación del discurso puede generar la impresión de mayores logros, se entiende muy poco de comunicación. Si se parte de una situación de baja credibilidad y aceptación, la regla a seguir es menos es más, y hay que probar, escalón por escalón, todo lo que se dice, si se quiere construir una escalera de confianza. Aburrir no funciona.
Resulta insólito que sobre el problema que más preocupa a la gente, la inseguridad ciudadana, se proponga algo tan superficial. Pero lo que más preocupa, y no ha recibido suficiente atención, es que el ministro del Interior, defensor de narcotraficantes y policías cuestionados, advierta que puede haber nada menos que 800 oficiales que pueden ser pasados al retiro por “renovación extraordinaria”. Por regla de tres simple, y a falta de mejor información y criterio, cualquier oficial que el ministro quiera pasar al retiro, debería quedarse en la institución. Que el Congreso no censure en el acto a un ministro con esos antecedentes es difícil de explicar por dejadez. ¿Cuándo ha pasado el Perú por el papelón de decidir si extradita a un narcotraficante que ha tenido de abogado al actual ministro del Interior? ¿Cómo va a ser creíble la posición del Perú en temas antidrogas con una situación así?
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También el ministro de Justicia es investigado por llamadas al expresidente de la Corte Superior del Callao, Walter Ríos, en el escándalo de Los Cuellos Blancos. Sin duda, la Fiscalía ha abusado de la figura de organización criminal hasta el absurdo de pretender que el expresidente Kuczynski, su secretaria y su chofer constituían una. Pero no se puede pasar por agua tibia lo que sí fue claramente una organización para negociar sentencias, hasta en casos de violación. Que el Congreso no haga nada en este caso se explica por proyectos de ley aprobados en la misma dirección, que no solo protegen a las agrupaciones políticas de ser calificadas como organización criminal, sino que obligan a que el abogado esté presente antes de cualquier allanamiento, lo que es absurdo por donde se le mire, pero que ha dejado sangre en el ojo para varias agrupaciones ahí representadas.
Tampoco es fácil entender por qué Cesar Acuña busca personajes tan cuestionados para cargos tan relevantes como la presidencia del Congreso y el ministerio de Salud, ni cómo se va a liberar del peso político de haber sido tan cercano al gobierno con miras a las siguientes elecciones. Una explicación posible sería que planea hacer un cambio generacional y no le interesa tanto ser gobierno, sino afirmar presencia en regiones. ¿O es solo ego y disfrute del poder, no importa cuánto dure? Poco a poco se irán aclarando al menos preguntas relevantes.
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