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Un Congreso majestuosamente inútil
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Como por videoconferencia nadie logra lucirse como cara a cara, la Mesa Directiva del Legislativo no ha tenido mejor idea que exigir al gabinete en pleno que se haga presente físicamente en el Congreso para que los ministros expongan sus acciones en el periodo previo a que estos nuevos legisladores juramentaran. Ahí verán si los censuran o les dan la confianza. ¿Acaso podría haber algo más insensato en este momento?
Precisamente cuando vemos que el Perú podría estar lidiando con el brote más severo del virus en el mundo, es inevitable pensar que, si el anterior Congreso fue un boicoteador profesional, este vive en un universo alterno.
El Ejecutivo, por no entrar en un conflicto que dificulte más la situación, ha aceptado enviar a todos sus ministros a desfilar al parlamento y, de paso, darle cierta pelota a este Congreso hambriento de atención. Pero eso no quita que todo este montaje sea un sinsentido.
Lo mejor que podría hacer el Parlamento es otorgar la confianza de manera virtual y sin tanto circo, permitiendo a los funcionarios guardar su energía para salvar las vidas y la economía de quienes no tienen los beneficios y seguridad que trae ser un padre de la patria.
Esta actitud innecesariamente beligerante, liderada por Manuel Merino, quien inicialmente mostraba mayor sensatez, es inexplicable en un contexto donde la muerte nos está tocando la puerta. El congresista está preocupado por cuidar “la majestad del Congreso”. Esta fijación con los protocolos es una frivolidad en un momento como este.
El control político entre los poderes del Estado no ha sido diseñado para la amenaza y la coerción. Los peruanos queremos salir bien parados de esta crisis, vivos, y no con un Congreso majestuoso, pero cegado e incapaz de darse cuenta de que el enemigo común se llama COVID. Como leí por ahí, si no van a ayudar, que se apliquen una suspensión perfecta.
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