Piratas de la salud

Estaba cantado que la suma de escasez, especulación y poder monopólico iban a disparar los precios de los medicamentos. Las razones son evidentes.

Una de ellas, probablemente la principal, es que los dueños de laboratorios y farmacias han usado sus lobbies para limitar la venta de genéricos, obligándonos a todos a pagar cifras mucho más altas cuando en el mercado existen opciones más baratas e igual de efectivas. ¡Quién alguna vez no ha tenido que insistir en la farmacia para que aceptasen vender un genérico en lugar del medicamento de marca! Evidentemente esto se ve agravado por la escasez. Aquí el gobierno falló: no hemos debido tener que esperar tanto para que Vizcarra, Zamora y los responsables asegurasen la venta de genéricos en farmacias para el tratamiento de los síntomas del COVID.

Esto sucede en el contexto de la concentración de la industria farmacéutica. Un servicio esencial durante una crisis sanitaria, como son las farmacias, está controlado por poquísimas manos, lo que les ha permitido elevar los precios prácticamente sin consecuencias, disparando incluso el de los genéricos. El precio de la azitromicina, por ejemplo, que sirve para tratar bronquitis o neumonía, se ha incrementado en más de doce veces durante la epidemia. Lo mismo con los productos de marca, que están hasta diez veces más caros que antes del estado de emergencia. ¿Algo más? El mayor incremento de los precios se ha dado en las regiones más afectadas.

En esta historia también aparecen los acaparadores que compran medicamentos para revender a precios inflados, aprovechando su escasez y comportándose como verdaderos piratas de la salud. Es una vergüenza que en la tragedia unos pocos estén engordando sus bolsillos a expensas del sufrimiento ajeno. Las leyes contra la especulación de precios y la que reincorpore el delito de acaparamiento no pueden esperar más.