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Redacción PERÚ21

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Carlos Meléndez,Persiana AmericanaPartamos de una premisa que no tiene pierde en el Perú: no hay nada organizado. Ni partidos ni sociedad civil. Por lo tanto, no puede haber una "red mafiosa instalada" en Áncash, en la cual Álvarez sería un peón más. Más bien, es más razonable la existencia fragmentada de grupos delictivos que –dada la permisividad de la descentralización política sin contrapesos locales– usufructúan su acceso temporal al poder (regional y provincial).

El análisis se ha enfocado en Álvarez y sus ambiciones re-eleccionistas, pero nótese la pluralidad de intereses en juego: empresarios adictos a licitaciones amañadas, sindicatos activos (construcción civil) sensibles a la 'lumpenización', personal 'especializado' en seguridad (entiéndase intimidación y chuponeo), fortunas hechas de la ilegalidad (narcotráfico, minería informal), fuerzas del orden corrompidas y sicarios. ¿Usted cree que alguien puede organizar y manejar a todos estos angelitos? ¿Es posible un habilidoso en las artes de la mafia que articule una orquesta de este calibre?

La política regional se ha subordinado a este sancochado criminal, cuyo desorden cubre de impunidad la multiplicidad de disputas existentes. Pero en Áncash la amenaza no es una Bestia ni un poder delictivo estructurado, sino una mafia desorganizada y fragmentada; por lo mismo, incontrolable.