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Redacción PERÚ21

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Carlos Meléndez,Persiana AmericanaLos procesos electorales son claves para avanzar en la institucionalización de las organizaciones políticas. La designación de candidatos a puestos de elección popular determina el camino a transitar: el fortalecimiento orgánico o la mercantilización de la política.

Los partidos tradicionales son los que vienen haciendo mejor la tarea interna. El PPC es el único que ha optado por unas primarias, AP ha escogido a un dirigente propio y, si el APRA confirma a Cornejo, le hará bien a la actualización de su maquinaria en Lima. Este tipo de apuesta es de largo plazo: promueve la generación de nuevos cuadros y potencialmente renueva la marca partidaria.

El éxito de las organizaciones personalistas depende del capital y el prestigio del máximo y único líder. SN de Castañeda y SU de Felipe Castillo, a pesar de la alta dependencia de sus cabezas, varían en el modo de relacionarse con el elector. En el SN el vínculo es más mediático, con socios distritales que comparten la cultura clientelar para la movilización. En SU se apela más a la maquinaria como sustento electoral.

Villarán, Heresi, Sánchez-Aizcorbe y Altuve ceden ante el vientre de alquiler. Incapaces de formar organizaciones con vigencia, tienen el prestigio edil propio (y marketeros políticos, en el mejor de los casos) como recurso para posicionarse con opciones. Sus comportamientos legitiman la mercantilización ambulatoria de la política. Villarán en tratos con Diálogo Vecinal, el cambio de camiseta de Heresi y Sánchez en plena campaña y el improvisado y oportunista auspicio de Vamos Perú a Altuve son acciones permitidas aunque perniciosas para institucionalizar la política. El fujimorismo retrocede al no contar con candidato propio en Lima y sumarse al comercio de paradita.