En mi columna anterior discutimos cómo algunas ideas atribuidas al 16.º presidente de Estados Unidos, Abraham Lincoln, deberían aplicarse a la realidad peruana. Hoy continuamos con otras tres que también contienen lecciones importantes para nuestro país.
Una de ellas destaca que “no puedes dar al hombre valor y carácter quitándole su iniciativa y su independencia”. Para el Perú, esto significa que las políticas públicas deben enfocarse en empoderar a los ciudadanos, no en hacerlos dependientes de la ayuda estatal. Los programas sociales son necesarios para apoyar a los más vulnerables, pero el objetivo debe ser siempre la promoción de la autonomía, la creatividad, la libertad y la capacidad de cada peruano para generar sus propios ingresos. Iniciativas como la capacitación laboral, el acceso al crédito y la educación de calidad son fundamentales para que los peruanos puedan desarrollar sus habilidades y prosperar por sí mismos. Vemos muchos emprendedores que gracias a la libertad y creatividad han salido y siguen saliendo adelante.
Otra máxima importante es “no puedes ayudar al obrero degradando al que le paga su salario”. En el contexto peruano, esto nos recuerda la importancia de construir relaciones laborales justas y equilibradas, donde tanto los empleadores como los trabajadores se beneficien mutuamente. Dificultar la inversión privada termina afectando a los trabajadores, ya que limita la capacidad de las empresas para generar empleo de calidad. Necesitamos un enfoque colaborativo en el que empleadores y trabajadores sean socios en la construcción del desarrollo económico. Garantizar buenas condiciones laborales, promover el diálogo social y apoyar la formalización son pasos fundamentales para crear un entorno donde todos podamos prosperar.
Finalmente, tenemos la “ley” que dice “no puedes establecer una seguridad bien fundada con el dinero prestado”. Esta afirmación resuena particularmente en el contexto fiscal actual, donde la sostenibilidad de la deuda pública se ha convertido en una preocupación nueva para el Perú. Aunque mantenemos niveles relativamente bajos de deuda en comparación con otros países de la región, la estabilidad económica que nos ha caracterizado por décadas no debe ponerse en riesgo por un gasto excesivo. Esa deuda se va a pagar, pero sin generar ni promover la inversión privada y la generación de trabajo, nos va a costar cada vez más caro, por esos caminos ya hemos pasado; sin embargo, los políticos no entienden razones solo populismo. Debemos buscar un equilibrio que nos permita invertir sin comprometer el futuro de las siguientes generaciones.
Estas máximas nos brindan una guía para reflexionar sobre cómo construir un Perú más justo y próspero. Al aplicar estos principios, podemos fomentar una sociedad en la que cada persona tenga la oportunidad de crecer, desarrollarse y contribuir al bienestar común, sin comprometer la independencia ni la sostenibilidad económica de nuestro país.