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África y el COVID
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El periodista David Leonhardt se planteaba en un artículo del 8 de marzo en el New York Times por qué la cantidad de muertes de COVID-19 ha sido relativamente baja en África y Asia. Por supuesto, debemos ser escépticos ante el reporte de cifras proveniente de la mayoría de los países de estos continentes dado que faltan instituciones funcionales para medir las consecuencias de la pandemia y abundan naciones autocráticas que, seguramente, ocultan información. Sin embargo, algunos científicos señalan que, sobre todo en África, dada la densidad poblacional en muchas de sus ciudades, el hacinamiento, la pobreza y la falta de atención médica, la terrible cantidad de muertes, más de 100 mil, sorprende que esté por debajo de América, Europa y Asia (fuente Statista. 23-03-21).
Por un lado, científicos como el virólogo sudafricano Shabir Mahdi teorizan sobre la posibilidad de que el hecho de que en su continente se ha padecido otras epidemias de SARS y otros virus, quizá más población ha generado una cierta inmunidad que provoca menos muertes por coronavirus. Otros opinan que dado que millones de africanos no llegan a la vejez por las condiciones de miseria, conflictos y problemas sanitarios en sus países, el COVID-19, al atacar mayormente a población muy joven, provoca más casos asintomáticos o de menor mortalidad (en África subsahariana poco más del 30% de la población es mayor de 65 años).
El debate sobre África es importante porque se buscan claves para entender mejor cómo afecta la pandemia en lugares de extrema pobreza, pero cualquier data que no tome en cuenta que menos de una decena de países de ese continente, de los 50 que hay, tienen sistemas eficientes para contabilizar a los fallecidos no servirá más que para recordar un poco al continente olvidado. Al menos, para eso es importante esta polémica.
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