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Absurdas muertes, precariedad de siempre
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Hay que nombrarlos. Hay que repetir sus nombres, por memoria, reparación y justicia. Ellos perdieron la vida. Y las empresas donde trabajaban no han perdido nada: siguen ganando.
Morir electrocutado en McDonald’s
Carlos Gabriel Campos Zapata (19) y Alexandra Antonella Porras Inga (18) eran enamorados y trabajaban juntos ya medio año en el local de la avenida Universitaria del McDonald’s de Pueblo Libre. Murieron por una descarga eléctrica la madrugada del 15 de diciembre trapeando y baldeando el piso. Pensar que una cucaracha en una pizza obligó a Domino’s Perú en 2015 a cerrar operaciones en el país por más de un año. ¿Es un insecto más influyente que dos muertos?
Morir carbonizado en tu oficina del cine UVK
Ana Betsabé Torres (46), Joel Mario Condori (27), Soledad Moreima Oliveros (42) y Sonia Graciela Repetto (71) trabajaban en el UVK del centro comercial que recibe más visitas que Machu Picchu: Larcomar. Un cortocircuito por deficientes instalaciones eléctricas, calificadas de excelentes por la Municipalidad de Miraflores, los asfixió y carbonizó. Murieron el 16 de noviembre de 2016, escondidos en una oficina. Hasta hoy no hay culpables. Si vas a Larcomar, verás una estatua del Oso Paddington, pero no una placa con sus nombres.
Morir atropellado en el estacionamiento del Real Plaza Salaverry haciendo cola por trabajo
Freddy Quispe Ugarte, nacido en Puno y migrante en Lima, acababa de cumplir 18 años. Hacía cola con otras 50 personas en el estacionamiento del emporio de Jesús María. Era una convocatoria de Plaza Vea. Esperaban su turno para la entrevista en la rampa de salida, en el sótano. Un camión de Laive fuera de control lo mató. Ninguna señal de duelo en el Real Plaza Salaverry el día de la muerte o el siguiente. Ni un comunicado en Twitter.
Morir bajo candado en un contenedor en las alturas
Jovi Herrera Alania (20) y Jorge Huamán Villalobos (19) murieron asfixiados agitando un tubo de neón. Atrapados en un contenedor con candado, en un techo, en el trabajo clandestino de etiquetar una marca cara en un fluorescente barato. No salían ni al baño: orinaban en botellas. El 25 de junio de 2017 los envolvió el fuego en la galería Nicolini en Las Malvinas, Cercado de Lima. Jonny Coico Sirlopu y Vilma Zeña Santamaría les pagaban 20 soles por 12 horas de esclavitud.
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