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A Dios rogando… y con el mazo dando
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En febrero de 1992, Sendero ordenó paro armado. Fracasó porque las organizaciones populares no le hicieron caso. En represalia asesinaron a María Elena Moyano de un disparo a la cabeza y otro al corazón. En 1995 una universidad americana premió la trayectoria de Noam Chomsky y de Gustavo Gutiérrez, personajes notables. Pero todas las atenciones fueron para Benedicta Serrano, la tercera premiada. Veinte años después, la Feria Mistura de 2012 entregaría uno de los Rocotos de Oro a Leandra Condori. Las tres señoras son parte de una misma historia. Fueron líderes de comedores populares.
La historia empieza con Velasco en 1968. Su plan de expropiaciones y nacionalizaciones mató la economía peruana. Por unos años se la mantuvo artificialmente con deuda pública, que cubría déficits y postergaba quiebras. Pero hacia 1977 el crédito escaseó y ya no se pudo disfrazar más. La inflación creció, el dinero cada vez compraba menos. Empezó la recesión y no se generó más empleo. Las huelgas solo producían despidos. La crisis se agravaría aceleradamente, hasta que en 1990 Fujimori hizo un ajuste fiscal en serio. Para sobrevivir, desde 1978 las madres de los sectores más pobres organizaron comedores populares. No matarás ni con balas ni con hambre, se pintaba en cada local.
La noche de su premio, el mundo le preguntaba a Benedicta cómo madres migrantes andinas, casi analfabetas, habían construido una logística para el suministro de toneladas de alimentos a miles de comités en todo el territorio. Cómo sin experiencia política desarrollaron organizaciones capaces de negociar subsidios con el Estado. Cómo sin experiencia financiera habían administrado millones en donaciones. Cómo vencieron miedos para enfrentar al terrorismo hasta el sacrificio de María Elena. Superada la crisis, nos preguntamos cómo siguieron alimentando buscando mejores dietas y preservando la biodiversidad, que por eso premiaron a Leandra. Si alguna epopeya tenemos que recordar, es la de los comedores populares. Aunque tarde, el Gobierno apuesta a esa red para canalizar apoyos.
Sin duda, hará falta economía para pagar deudas y recuperar equilibrio fiscal; y acuerdos para ejecutar nuevas políticas públicas. Pero, sobre todo, hará falta amor de madre en todo lo que haya por hacer, porque esa mezcla de coraje y de inteligencia emocional es potente: alimentó cuando había menos plata que ahora. Me quedo, de la Esperanza de Alexis Valdés, con este rezo: “…Cuando la tormenta pase, te pido Dios, apenado, que nos devuelvas mejores, como nos habías soñado”.
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