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4 reformas, 30 cruces
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Cuando pase el tiempo y la Historia juzgue a los actores que tomaron las decisiones que hoy definen el contorno de la realidad política y social del Perú, no habrá lugar para esconder las pequeñeces de algunos ni las miserias de otros. No habrá espacio para argumentar sobre prioridades y presupuestos. Solo quedará lo hecho, lo dicho y lo no dicho. Quedarán, hasta ahora, cuatro reformas y 30 cruces.
Solo me refiero a las 30 cruces de los niños nacidos antes de tiempo que han muerto en un hospital en el norte. No hablemos de los más de 1,000 que han perdido la vida en lo que va del año a nivel nacional. Hoy, en pleno siglo XXI, nacer antes de tiempo es una condición que no tendría por qué poner en riesgo la vida de ningún bebé.
Menos todavía cuando el presupuesto para que se compre el soporte necesario para poder recibir a estas criaturas está asignado y listo para ser gastado, pero durmiendo el sueño de los justos en las arcas de un Estado que no es, ni de cerca, un amigo de la gente; es, más bien, un bicho acéfalo que va destruyendo a su paso todo lo que toca.
La vaguedad de la asignación de las responsabilidades en el Estado seguro permitirá que esto pase piola y se sume a la larga cola de tragedias nacionales que nadie pudo evitar. Ahora: ¿será que antes de adelantar elecciones y enfrascarse en contubernios para vacar al gobierno deberían quienes fueron elegidos hacer su trabajo? Gobernar.
No hablo del Poder Ejecutivo solamente. El rol del Congreso en estos años ha sido paupérrimo –salvo poquísimas excepciones–. Lo mismo para el sistema de justicia. A este país, gobernado hoy por quienes son fanáticos de las encuestas y las fotos, le pregunto: ¿va a ir alguien a los 30 velorios que tendrán que celebrarse por la falta de unión y trabajo correcto?
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